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La tribuna

Antonio Porras Nadales

Barómetro Joly: señales de alerta

LOS datos del Barómetro Joly publicados el pasado domingo en estas páginas ofrecen un panorama espectacular. Por primera vez bajo un gobierno con mayoría absoluta del PSOE en Andalucía las expectativas de los dos principales partidos parecen equilibradas. Para quienes defienden la consistencia del bipartidismo en nuestra tierra, el panorama competitivo parece llenarse de emoción y suspense y la posterior evolución de la opinión pública durante el resto de la legislatura tendrá sin duda un seguimiento espectacular. Hundido el andalucismo y estabilizada en su suelo Izquierda Unida, la dinámica competitiva parece concentrarse finalmente en las dos primeras fuerzas políticas; sobre todo teniendo en cuenta que una oferta nueva como UpyD, aún escasamente asentada en Andalucía, apenas va a tener tiempo para eclosionar con cifras significativas en las próximas andaluzas.

Naturalmente se trata de una instantánea que refleja la posición de la opinión pública en las coordenadas de mediados de la legislatura: un momento en que el electorado suele aparecer relativamente distanciado de sus lealtades habituales y cuando adicionalmente el impacto de la crisis parece manifestarse con su mayor contundencia; todo ello en coincidencia con el proceso de consolidación del liderazgo de Griñán, sobre el que pesan aún algunas incertidumbres.

¿Se está produciendo entonces en la opinión pública andaluza un proceso natural de alternancia bipartidista que preludia el ascenso al poder del PP? La impresión podría tener consistencia, en efecto, si la dinámica electoral de Andalucía reflejara un mercado político transparente, más o menos al estilo británico. Pero tras casi treinta años de hegemonía unipartidista semejantes visiones idílicas seguramente no expresan de forma fidedigna lo que ocurre en la realidad. Aún no está claro si el PP ha conseguido ya progresar en el medio rural, o si las redes de captación socialista están empezando a dejar flancos abiertos. Simplemente sucede que a mediados de la legislatura las tuercas encargadas de "sujetar" al electorado suelen andar un poco flojas y en consecuencia los datos preludian en el futuro inmediato una llamada a filas de la mayoría gobernante, con toques de alerta que resonarán en toda la tropa para la movilización correspondiente.

De entrada es previsible que en los próximos meses algún caso "correa" o "cinturón" o similar estalle espectacularmente en Andalucía; porque al fin y al cabo el PSOE es el partido gobernante, y en nuestra tierra las fronteras entre lo que es partido y lo que son instituciones o medios de comunicación "independientes", tienen a veces unas líneas bastante difusas. Pero esto seguramente es algo que entra ya dentro de las previsiones normales que sin duda tiene asumidas el PP. Es posible igualmente que algunos medios afines al sistema se apresten a desempolvar una milagrosa recuperación de la crisis en Andalucía o que nuevos liderazgos nos ofrezcan una visión idílica renovada de la realidad: es decir, otra vez nos convertiremos en la punta de lanza de la innovación en Europa y en la avanzadilla de los nuevos modelos económicos sostenibles que van a dibujar el escenario posterior a la crisis, etcétera.

Pero, más allá de lo previsible, la verdadera incógnita del reciente Barómetro Joly reside en una cuestión trascendental: ¿cuál es el huevo y cuál la gallina, es decir, cuál es exactamente la causa que produce este efecto? O sea, ¿el PSOE desciende en Andalucía como consecuencia de las negligencias del propio gobierno andaluz o se trata de la emergente manifestación negativa de un nuevo efecto Zapatero? ¿Es Andalucía la que desciende o el gobierno de Madrid?

Ésta sería la auténtica incógnita a la hora de analizar los resultados: porque hasta ahora la confluencia de intereses entre el PSOE de Andalucía y el PSOE nacional ha sido una evidencia confirmada por los hechos. El tirón recíproco aseguraba el éxito socialista en España y en Andalucía; y de ahí la búsqueda de fechas coincidentes para la celebración de las elecciones. Pero a la vista de la política errática e incierta del Gobierno Zapatero, demasiado visualizada a estas alturas, los problemas de dilucidar dónde está exactamente la causa que produce estos efectos pueden convertirse en una auténtica pesadilla para nuestros dirigentes: ¿seguirá impulsando el PSOE nacional al andaluz y viceversa, como hasta ahora; o nos enfrentamos a una inflexión nueva y decisiva, donde Zapatero ya no saca conejos de la chistera porque ha perdido su legendaria baraka, lo que puede impulsar a los gobernantes andaluces, si no a romper amarras con la marca nacional, al menos a buscar pautas de diferenciación?

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