La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Barra turística libre

Según la CNMC, los pisos turísticos recuperan barrios tradicionalmente degradados. ¡Ay, que me troncho!

éramos pocos y parió la abuela. Según la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia hay que revisar "en profundidad" las recientes normas que pretenden ordenar y frenar la explosión de pisos turísticos para "unificar criterios" y "eliminar restricciones". Según la Comisión se ha creado "un marco altamente restrictivo" que perjudica este magnífico invento que procura bienes sin cuento. Entre ellos, los de intensificar la competencia, propiciar menores precios y una mayor calidad de los alojamientos, contribuir a una utilización más racional de los espacios urbanos, aportar riqueza a los ciudadanos, recuperar barrios tradicionalmente degradados y beneficiar al comercio local.

Se ve que quienes han redactado este documento no tienen vecinos turistas de cuchipanda hasta las tantas y no viven en espacios urbanos degradados por la masificación turística de los que ha desaparecido el comercio de proximidad para ser sustituido por bares, restaurantes, franquicias cutres y tiendas de recuerdos.

Sí reconocen que algunos efectos negativos se producen, pero los desligan de los pisos turísticos para apuntarlo en la cuenta del conjunto de la actividad turística que, según ellos, precisa de un marco regulador global. En cuanto a su impacto sobre los precios de los alquileres que acaban por echar a los comerciantes y los vecinos, se trata de datos que "no cuentan con evidencia empírica robusta que respalde su magnitud". Así que ¡hala!, a eliminar las "restricciones especialmente graves" de las actuales regulaciones como poner límite a las licencias para evitar la saturación de determinadas zonas, prohibir el alquilar de habitaciones, limitar la duración de la estancia, establecer tamaños mínimos, regular de los precios o exigir que los pisos turísticos cuenten con equipamientos y servicios mínimos.

¿Y saben que es lo peor? Que esto es imparable. Seguirá creciendo el turismo de masas, seguirán degradándose los cascos históricos de las ciudades, seguirán cerrando comercios tradicionales o de proximidad y seguirán yéndose los vecinos no pudiendo resistir -ni unos ni otros- la presión de los precios (a lo que, en el caso de los vecinos, se unen las molestias e incomodidades que tan ingrata hacen la vida cotidiana) y seguirán proliferando los pisos de alquiler. Y esto afectará con mayor gravedad a las ciudades que menos recursos alternativos tengan, caso de Sevilla.

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