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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

TODO llega. Y como diría mi abuela, zamorana de la vieja Castilla, todo le cae a uno encima. Así, casi sin darnos cuenta, mientras cantábamos extasiados como la cigarra de la fábula, el verano se nos va y la mayoría de nosotros estamos de nuevo inmersos en lo cotidiano, en la vida laboral, sí es que tenemos la suerte de disponer de un puesto de trabajo, en la rutina diaria. Algunos intentarán alargar un poco más las soñadas vacaciones y harán de los fines de semana una especie de dosis de recuerdo, como si fuesen unas vacunas. Pero ya no será igual. Septiembre tiene fama de melancólico, sus atardeceres rojizos y sus amaneceres tardíos nos harán presagiar la cercanía del otoño y el fin de los días luminosos del verano.

Las vacaciones serán recordadas como una época de descanso y felicidad, un tiempo añorado que por pasado se cree fue mejor. Pero bien sabemos que no. Fueron muchas las tardes de tedio, innumerables los días vacíos y las horas perdidas, las jornadas de aburrimiento. En el fondo, la mayoría, estamos deseando volver a nuestra vivienda habitual, a nuestros horarios acostumbrados, a leer la prensa donde siempre, a tomar café con los amigos, a nuestra vida cotidiana. Septiembre será como un mes de transición en el que las tardes se seguirán acortando y los amaneceres retrasando. Las calores serán más dispersas aunque más húmedas y pegajosas, como si se hubiesen impregnado del ambiente de los lagares y las vendimias que acontecen por estas fechas, aunque cada vez estemos más alejados de esa relación cronológica que Hesíodo fijó en Los trabajos y los días, Pla en La huida del tiempo o Francisco Bejarano en Las estaciones.

Un niño de hoy no sabe lo que es un lagar, una almazara, la trilla o una vendimia. No sabrá distinguir un bielgo de una azada, un canario de un jilguero ni reconocer el olor del membrillo o el damasco. Tampoco se le ocurrirá leer Las cosas del campo de Muñoz Rojas o Vendimia de Miguel Torga. Su mundo es otro. Es el de las hamburgueserías y el de las redes sociales, no el de las charlas de café. Es el de la pantalla y no el del papel.

Muchas de nuestras vacaciones nos devuelven a la infancia, tienen olor a pueblo, rememoran un tiempo sin prisas, sin horarios preestablecidos, sin pretensiones inalcanzables. Llega septiembre y con él todo eso forma ya parte del pasado. Sólo nos queda conformarnos con decir: ¡Bendita rutina!

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