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La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Benditos sevillanos obsesionados

Se critica o hasta se ignora al que se mueve por una causa en beneficio del interés general

Cada loco con su tema y cada sevillano con su barrila. Existe un sevillano desahogado, indolente, pasota y feliz en la decadencia de la ciudad. Un sevillano al que los intelectuales someten al pimpampún con cierta frecuencia en una suerte de terapia para expulsar los demonios del vientre. Pero no se puede negar que hay sevillanos nada pasotas, sino más bien obsesionados con sus particulares cruzadas, luchas imposibles, sevillanos que predican grandes verdades en el desierto a la búsqueda del oasis de la administración pública, sevillanos a los que se debe mucho pese a que, en ocasiones, sus reivindicaciones causen esa risa estúpida de quienes no dan un palo al agua y arremeten contra los que tienen iniciativas. Son nuestros sevillanos obsesionados, algunos de ellos desconocidos, que en realidad son sevillanos sin complejos. Sus denominadas obsesiones son muchas veces productivas, basadas en el interés general, nada que ver con la cantidad de energía que se derrocha en asuntos baladíes (que rima con Levíes, donde está la Carbonería que les encanta a los guiris). Hay mil sevillanos obsesionados por arreglar la Semana Santa, a los que sólo les falta ya organizar una Marcha Morada frente al Palacio Arzobispal, por uno que salvó el Puente de Triana que hoy disfrutamos, ¿verdad don Manuel Ríos? Hay mil sevillanos deseando encontrar un supuesto fallo en un tuit sobre la muerte de Rogelio, por uno que está velando por el patrimonio histórico de la ciudad, ¿verdad profesor Egea? Hay mil sevillanos tratando de ser los más originales en el diseño de chistes en clave local con imágenes sobre la última ocurrencia de Pedro Sánchez, Zoido o demás compañeros mártires, por uno que da el paso al frente, saca seis mil euros del bolsillo y abandera la restauración del Salvador, ¿verdad don Joaquín Moeckel? Hay mil sevillanos admirando negocios franquiciados, de comida apestosa y decoraciones estridentes, por uno que se preocupa en abrir la Casa de Pilatos, restaurar casas y apostar por un patrimonio productivo, ¿verdad don Ignacio Medina? Cuando crucen por el Puente de Triana recuerden que sigue en pie por la obsesión de un sevillano. Cuando visiten el Panteón de Sevillanos Ilustres o admiren algunas de las pocas casas del XVII y XVIII que siguen en pie, recuerden que detrás está el trabajo de un sevillano obsesionado. Cuando entren a rezar en el Salvador, recuerden que un sevillano alzó la bandera y generó un movimiento popular sin el cual nos hubiéramos llevado años con el templo cerrado. Cuando mil sevillanos largan, hay uno que piensa en proyectos de ingeniería, salvar templos o cuidar del patrimonio. Benditos obsesionados.

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