Dentro de la política que el Consejo lleva a cabo en aras de lustrar la imagen del Betis, para este día de hoy, segundo martes de septiembre, ha ideado un acto que seguro contará con todo el calor popular que suele rodear al club de las trece barras con corona. Se trata de salir de la rutina que supone esos ofrecimientos a imágenes de la ciudad en petición de un curso venturoso para salir de la capital rumbo a un nido de béticos importante.

De Coria del Río era Manuel Ruiz, aquel bético que supo imprimirle su carácter a un club que malvivía en los sótanos de nuestro fútbol. Él supo poner las bases desde su beticismo a machamartillo para que el Betis no anduviese en almoneda ni se arrastrara por tantos y tantos campos de polvareda. Y si de Coria era Manuel Ruiz, también de ese hermoso rincón de la orilla derecha era uno de los futbolistas más emblemáticos que defendió la camiseta rayada.

Se llamaba Rogelio Sosa, que fue a morirse el día que empezaba la última primavera para llenar de luto a cuantos comulgan con la fe bética. Futbolista de virtudes muy definidas, con una pierna izquierda de oro molido y un beticismo sin réplica posible, sólo jugó en el Betis, nada más que en el Betis. Con una madera de líder indiscutible formó con el Betis un binomio de excelencia que duró toda una vida, que hubo un tiempo en que no se hubiera comprendido un Betis sin Rogelio.

Y este mediodía, cuando las chicharras sonoricen los aires del Prado, Coria va a tener la oportunidad de renovarle su cariño a Rogelio. El Real Betis Balompié, en su intento de acercarse a su gente cada día más, deseoso de que la cercanía acentúe el cariño, va a postrarse a los pies de la muy coriana Virgen de la Estrella para pedirle que abogue por el discurrir del equipo en este curso que no más comenzó. Y con un abogado junto a Ella como Rogelio, seguro que habrá final feliz.