PALABRA de Rafael Gordillo cuando le preguntaron qué le había pedido a los Reyes Magos y contestó que el ascenso, sólo el ascenso. Para qué más, añadiríamos por cuenta propia viendo el panorama que fuera del terreno de juego ensombrece al Betis. El ascenso como panacea indispensable y única para salir de un atolladero que más parece sima profunda. Y para ese ascenso no puede haber distracciones en un día a día que debe vivirse como si cada uno fuese el decisivo, como si cada vez que amaneciese apareciera un Día D en su dietario. Hoy, al Sur de Madrid aparece otro Día D, uno más, aunque lo sea en una dimensión menor.

A priori no se sabe qué será mejor, si caer eliminado de la Copa del Rey o seguir adelante. ¿Sería una distracción más continuar en el torneo del K.O. o un acicate con el doble sentido recaudatorio y competitivo? Lo único que un servidor sería capaz de vaticinar es que una eliminación copera no garantiza el ascenso; o sea, que se pueden alcanzar los dos fracasos, caer ante el Getafe y no ser de Primera División cuando aparezcan las calores. Quiere decirse con esto que lo procedente quizá sea intentar la remontada para, entre otras cosas, no quebrar la dinámica ganadora además de conservar el instinto competitivo en un más que aceptable estado de revista.

Con un resultado similar, muy parecido, logró el equipo de Mel dejar en la cuneta a otro de Primera. Claro que aquél no tiene el potencial de este Getafe que, posiblemente, con Barça y Villarreal sea de lo más exquisito en la elaboración y en la consecución. Tirar la Copa no es garantía de ascenso, ergo debería el Betis intentar la hombrada sin, por cierto, asustarse ante lo que luego se le vendría encima. La Copa es un torneo maravilloso, sobre todo para la clase media del fútbol español y, digan lo que digan, el por siempre Real Betis Balompié es de esa inmensa clase media. Un clase media que, además, sabe que cada vez que sale el sol aparece un Día D en su vida.