desde mi córner

Luis Carlos Peris

Este Betis y su estado de ánimo

¿Cómo un juguete que funciona deja de funcionar? Pues cambiando sus piezas de sitio, sea o no necesario

OPINIÓN muy extendida es que el fútbol es un estado de ánimo y viendo el estado de ánimo del Real Betis Balompié hay que ser muy optimista para verlo con optimismo, las cosas como son. ¿Puede un equipo que hace enmudecer a San Mamés ser incapaz de hacerles un gol a cinco equipos de su Liga? Pues la verdad es que viendo lo que está pasando, puede, vaya que si puede. ¿Y a qué se debe el batacazo? Pues que conteste el maestro armero, pero si un equipo de fútbol tiene multitud de padres en los buenos tiempos, cuando toca vacas flacas se convierte en un ente dolorosamente huérfano de padre y casi de madre.

Llegado a este punto, lo primero que se esgrime, mayormente en las barras, cenáculos y mentideros, es echarle la culpa al entrenador. Ocurre en el caso que nos ocupa que el entrenador ha rozado tantas veces lo milagroso que su crédito sigue dándole para vivir, sobrevivir y permanecer en el cargo. Ha sido mucho lo que Pepe Mel ha logrado al mando de la nave bética, pero también hemos de convenir en que las rentas no dan para vivir eternamente y que todo crédito, por muy alto que sea, tiene fecha de caducidad si no es alimentado en el día a día. Además no queda otra que insistir en eso de que no se inventó la pócima que salve al entrenador que no gana.

Personalmente confío en el hombre que sacó al Betis del barro para concatenar un arranque asombroso, baño incluido a esa Juve que lidera el Calcio. No obstante, Mel ha de dar con la tecla que revierta la situación. El primer paso es no desarmar más un bloque que estaba sincronizado. Creo que esta depresión comenzó la noche getafense en que decidió dejar a Beñat en el banquillo. De ahí se pasó a las rotaciones y debemos convenir en que esas rotaciones llevan en muchas ocasiones a menoscabar la confianza del jugador en sí mismo para que, a renglón seguido, no aparezcan los automatismos y se caiga en estado de desánimo, el peor estado para un equipo.

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