Desde mi córner

Luis Carlos Peris

El Betis, como con otro estado de ánimo

LLEGABA el momento de enderezar la figura y de alegrar el gesto para la fiel y numerosa clientela que tuerce en verde, blanco y verde. Era la colisión de dos heridos de mucha importancia y que arribaban al pleito con las heridas lacerantes, muy abiertas y sin perspectiva de cicatrizar a corto plazo. Betis y Valencia con el mismo propósito, el de alejarse de ese brocal al que sólo asomarse da un vértigo que cualquiera sabe de qué consecuencias.

Y la tarde deparó el nacimiento de un nuevo miembro para la iconografía bética, la del belga Charly Musonda. Me recordó en su debut a Rafael del Pozo y sólo hay que rezar para que no le pase lo que le pasó al jerezano en una noche de árnica y quirófano en el Camp Nou. De no malograrse, Musonda puede ser uno de esos futbolistas que se queden en el corazón de los béticos para siempre y no más que emprenda el camino de vuelta al londinense Stamford Bridge.

Pero Musonda aparte me quedo con la sensación de que esos futbolistas tan malos que vinieron de la mano de Eduardo Maciá no parecen tan malos. No quiero erigirme en abogado defensor del valenciano, por supuesto que no, pero viendo al Betis actual da la impresión de que los adjetivados como paquetes pueden servirle al Betis. No hablo de Van der Vaart ni del egipcio desconocido, pero sí de Pezzella, Vargas, Petros, Westermann o ese holandés de apellido impronunciable.

Es, por cierto, una sensación que a un servidor no le extraña, pues repetiré una vez más, y las que sean necesarias, que el fútbol es un estado de ánimo y que si el ánimo es el adecuado, el malo se hace regular, el regular bueno y el bueno buenísimo. ¿Fallaba el ánimo en ese equipo convertido en máquina de perder en casa? Posiblemente fuera eso y sin dudar de la competencia de Pepe Mel, no cabe duda de que parece haberse instalado otro estado de ánimo en el camerino bético.

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