DENTRO de la política de agravios a discordantes que se lleva desde las cloacas mediáticas del Real Betis Balompié se echa de menos un palmetazo para los que agravian al club allende nuestros límites regionales. En esta semana han sido dos virulentos ataques, dos, los sufridos por la sevillanísima entidad verde, blanca y verde como consecuencia del botellazo que un calenturiento espectador le dio a Ribeiro, apellido ciertamente vasco del prometedor portero de Athletic Club; días después, el agraviador fue José Luis Mendilíbar, también vasco y competente entrenador del Valladolid, igualmente sobre el mismo asunto.

Ribeiro, Armando en las alineaciones, no tiene el menor rubor en afirmar que el Betis se ha salido con la suya por el hecho de ver rebajado en la mitad el tiempo de exilio. Hay que ser caradura para decir que el Betis se ha salido con la suya. Se me agolpan los calificativos al portero, sobre todo porque en el Betis se hizo todo lo posible por neutralizar y controlar al agresor, al que se puso a buen recaudo. ¿Salirse con la suya es cumplir una sanción que otros no cumplen jamás? ¿Salirse con la suya es verse privado de la posibilidad de lograr unos puntos que le han estafado desde la presidencia de un vasco de forma inapelable, sin recurso posible?

En cuanto a lo del entrenador del Valladolid se queja de que el exilio vaya a cumplirlo el Betis en Sevilla. Si los reglamentos no dicen nada en contra, ¿hay que implantar una ley sumarísima para el Betis a fin de que el castigo lo cumpla en otra parte? Ojalá, señores Ribeiro y Mendilíbar, en cada agresión hubiese existido un comportamiento tan eficaz como el de los béticos que controlaron al incontrolado del botellazo. Por este tenor es como debieran funcionar esos medios informativos que el Real Betis Balompié sostiene, defendiéndolo de ataques exógenos como éstos de Ribeiro y de Mendilíbar y no atacando a béticos entre los que hay hasta ex presidentes.