INDUDABLEMENTE, la capacidad del Betis para la autodestrucción es considerablemente alta. No hay un club en el mundo conocido capaz de provocar el número de incendios que se origina en este club tan singular. Incendios, tiros en el pie, suicidios más o menos colectivos son materia de consumo frecuente en un club que parece estar reñido con la normalidad. Lo último, las extemporáneas acusaciones de Adán al preparador de porteros.

Una jornada que amanecía tranquila y que iba a registrar una noticia tan buena como el nuevo carpetazo dado a la defensa de Lopera se nubló con las sorprendentes acusaciones de Adán a Kike Burgos, el entrenador de porteros que llegó de la mano de Julio Velázquez. Descalificando el trabajo de uno de sus especialistas hace que también descalifique al jefe del cuerpo técnico y eso pone a los pies de los caballos a una persona que llegó de puntillas entre el recelo del personal.

Ha sido la actitud de Adán como un obús en la línea de flotación de un cuerpo técnico que de esta manera ve cómo la cuota de presión que supone entrenar al Betis se incrementa con un plus tan inesperado como gratuito. Un hecho que mete en una nueva encrucijada a un club que parece condenado a no vivir en paz. Cuando tras la catástrofe ya asumida de jugar en El Toralín y no en el Camp Nou, el liderato y el pleno de puntos auguraban bonanza, salta Adán y se lía.

Es difícil la tesitura, pues la manera en que Adán ha desautorizado al cuerpo técnico, insisto en que no sólo al preparador de porteros, lo deja a los pies de los caballos. Poner pies en pared con el portero titular es lo procedente, pero también medida arriesgada con vistas a la integridad de la portería verde, blanca y verde. Era un día con muchos ingredientes para acercarse a la felicidad, pero estamos hablando del Betis, por siempre, para siempre e irrepetible Real Betis Balompié.