Por enésima vez en su historia de tantos años, el Betis iba a ahogarse en la orilla. Tras nadar a favor y en contra de corriente, el equipo bético entregaba la cuchara con el tiempo cumplido. Luego, la ruleta rusa de los lanzamientos desde los once metros iba a dictar sentencia y el Betis se queda con el caramelo en la boca de sobrevivir en una Copa del Rey que ya roza con los dedos su traca final. Pero el partido tuvo varios partidos en sólo uno.

Apela Pellegrini a un doble pivote en aras a liberar de resta a Canales y refuerza las bandas Marcelino con laterales de vocación ofensiva a la caza del talón de Aquiles que el Betis tiene ahí. Y lo que sobresale es el rigor táctico de ambos y el respeto mutuo, la obsesión por no equivocarse Pero las ocasiones son más frecuentes en el Betis, sobre todo cuando Fekir atraviesa la línea de presión, sobre todo en conexiones con Ruibal para indudable sufrimiento de Yuri.

Pero tampoco se echa en falta el gol, pues salvo las de Miranda y Canales más el testarazo de Yerai que atajó Joel, las ocasiones siguen sin acudir a la cita, por lo que al descanso se llega con la sensación de que ganará el que menos yerre. La continuación discurre con el Betis superando al Athletic, Pellegrini mete en cancha a Juanmi y el malagueño va a ser el que lleve el éxtasis a Heliópolis. Sólo faltan seis minutos para el fin y la semifinal se abre para el Betis.

Pasa que el fútbol tiene sus bromas macabras guardadas en la bocamanga y con el árbitro mirando el crono, Íñigo Martínez bombea a la media luna y Raúl García ejecuta al Betis. En la prórroga también es mejor el equipo bético, pero la suerte está echada, los cambios de Pellegrini, buscando la capacidad para restar, lo han debilitado en ataque y en la tanda no hay color. Joel no ve ninguno y Unai para dos. Todo se ha consumado y a ver si otro año suena la flauta.