CUESTA abajo en la rodada, el Betis dio la impresión el sábado de estar en un estado de desquiciamiento de incalculables consecuencias. La forma en que dilapidó un triunfo aparentemente agarrado tuvo cierto parecido con lo de Mallorca o como tantos y tantos partidos que en casa no ganó tras haber ido ganando. Lo de la noche del Barça no sirve de ejemplo porque el Barça es el Barça, lo mismo que el Numancia es el Numancia, un equipo que no tiene derecho a plantearle problemas al Betis. Pero así de desquiciado, el entonces equipo de Paco Chaparro, dejó en evidencia que aún no tocó fondo, que puede caer más bajo.

Desconozco si cambiar de entrenador es la solución, pero lo que sí está claro como el agua clara es que el Betis se desliza peligrosamente por una cuesta que todos sabemos dónde termina. No se ha metido ya en zona de descenso porque el Sevilla ganó en Huelva, pero qué más da. Sólo está a un punto de la catástrofe y la jornada última ponía de manifiesto que los equipos que están a su alrededor son capaces de ganar alguna vez. Ganar, aunque sea sólo alguna vez, es la cuestión. El Betis no pierde mucho y, por ejemplo, cayó en menos ocasiones que el Valladolid, situado que está en una posición que ya la quisieran muchos para sí, el Betis en primer lugar, pero...

Lopera no creía en Chaparro, pero lo cierto es que ha sido su último sostén. No sé si para restregarle en la cara a sus defensores que él tenía razón, ha tardado en tomar la decisión de destituirle. Particularmente, siempre creí en Chaparro como entrenador del Betis, pero también creía Saulo en otra cosa hasta que cayó del caballo camino de Damasco. Lo único seguro es que el equipo ha enloquecido y que hay que buscar el psiquiatra adecuado. ¿Será ese psiquiatra José María Nogués? Confiemos en que así sea, pues el catalán tiene capacidad para resolver con bien el toro que tiene por delante. Y como dice un amigo, muerto Chaparro, viva Nogués. No cabe otra.