Indudablemente, la centenaria historia del Real Betis Balompié es rica en días como el de hoy. Llena de días D, hoy, efeméride que es de una gran conquista como fue la primera Copa del Rey, este 25 de junio aparece con una cita que llega como de obligado cumplimiento a fin de no asomarse al abismo. Podría esgrimirse que a entrenador nuevo, victoria segura, pero ni son buenos tiempos para la lírica ni para soñar despierto.

Recibe el Betis a un rival que está mucho peor que él en la tabla, pero que ve en Heliópolis el último asidero donde agarrarse a la permanencia. Partido de muchos bemoles con la novedad del relevo en el puente de mando para que gente de la casa saque adelante un proyecto que nació de nalgas. Rubi no le tomó la medida a este complicado Betis de la hora y, por supuesto, no logró acercarse ni por asomo a lo que el equipo conseguía de la mano de su predecesor en el cargo.

Todo eso es ya agua pasada y al Betis, por siempre y para siempre Real Betis Balompié, no le queda otra que mirar al frente con paso corto, que sin presente difícilmente aparece un futuro que merezca la pena. Ahora mueve ficha mediante Alexis, que se ha hecho acompañar de un compañero tan suyo como Juan Merino, y quiero creer que ese beticismo de ambos va a inocularse en vena a los encargados de salvar la papeleta. Y es que una buena dosis sentimental debe venir muy bien.

Y estando el ambiente como está, una pregunta me corroe los adentros. ¿Perjudica tal que así jugar sin público? Quisiera pensar que sí le perjudica, que el aliento del bético siempre fue vital para que el equipo volase. Pero no estoy seguro de que las cosas sean como debieran ser y jamás se me olvidará aquel choque con el Getafe con la grada como un avispero de efecto boomerang. No sé, pero sea como sea, ganarle esta noche al Espanyol resulta esencial, casi vital.