Desde mi córner

Luis Carlos Peris

El Betis no puede caer en la indignidad

AUNQUE todavía quede alguien que maquille lo del Betis en Ponferrada, la realidad es que lo que pasó allí fue una indignidad, un escarnio más a una afición que no se merece nada de lo que ocurre en su querido club. Con más socios que toda la categoría y contándose con los dedos de una mano los que en Primera pueden superarle, no hay derecho a que el equipo se arrastre como se arrastró en la desabrida matinal berciana.

Empezando por la falta de profesionalidad de unos jugadores que salen al campo sin el calzado adecuado para proliferación de resbalones que ya pudieron dar algún disgusto antes del gol de Molina y terminando por la vergonzante actitud que hasta rayó en el absentismo laboral, los adjetivos faltan para calificar el Ponferrada-Betis de la tercera jornada de Segunda División. Y tras la falta de adjetivos en la actitud pasemos a la aptitud de gran parte del plantel bético.

El portero era la gran esperanza verdiblanca para cimentar el regreso al que debería ser el hábitat natural de un club con 35.000 socios, pero en un abrir y cerrar de ojos, incluso en pleno ciclo de triunfos, se ha caído de la vitrina. Claro que en todo esto no hay que obviar que el escudo defensivo que tiene por delante es de papel y al poco de ver cómo es el refuerzo Bruno queda claro por qué seguía en la suplencia. ¿Quién recomendó a este futbolista, Dios mío?

Seguimos en el centro del campo para ver que son febles en la resta y obtusos en la creación para quedar a expensas del potencial de unos atacantes que en Segunda se salen. Y ya que tanto se cacarea el volveremos, ¿cómo puede haberse confeccionado este equipo para objetivo tan perentorio? No tiene explicación nada de lo que pasa en el, por siempre, Real Betis Balompié. Desde el que pesca en ruin barca hasta los moradores de la planta noble han errado. Pobre Betis.

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