AFORTUNADAMENTE, en el Betis se habla de fútbol en las víspera de un partido. El lobo está ahí, con sus orejas bien tiesas, y el simple recuerdo de que la vez que el Numancia ganó en Heliópolis terminó el Betis en Segunda hace que del escalofrío que da sólo pensarlo se haya pasado a hablar del partido. Hablan los dirigentes, hablan los jugadores y calle el entrenador mientras se faja en la dura realidad de un presente sólo menos inquietante que el futuro. En fin, que de una puñetera vez parece haberse dado cuenta todo el personal que conforma el Betis de que hay que obviar todo lo que no sea el Betis-Numancia.
Se anuncia la anhelada vuelta de Edu y habla Oliveira, la gran esperanza verde, sobre el carácter de finalísima que encierra este partido con los sorianos. Cinco meses después de lesionarse en Castalia vuelve Edu y eso es motivo para congratularse. Con su compatriota y amigo Oliveira formó un tándem fundamental par que la 2004-05 la rematase el Betis como la remató. Entonces estábamos ante otra historia bien distinta, pero era una remontada más complicada que la que ahora tiene el Betis ante sí. Entonces, por objetivos y rivales directos era una utopía que derivó a sueño hecho real; lo de ahora es cumplir con la obligación de ganar alguna que otra vez.
Ganar alguna que otra vez es la cuestión para que el fantasma casi innombrable que revolotea sobre la vertical del Betis se difumine y desaparezca para no volver nunca jamás. Afortunadamente, ahora que el Betis tiene que ganarle a equipos manifiestamente inferiores, vuelve a hablarse de fútbol y se aparcan demonios familiares que acosan a ese juguete llamado Real Betis Balompié. No caben más distracciones, la semana camina de forma inexorable hacia un Sábado de Pasión que debiera convertirse en gozoso porque, entre otras cosas, ni el Betis ni los béticos que sólo piensan en que su equipo gane, sólo en eso, no merecen este sinvivir y no se acostumbran a él.
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