ANTONIO Hernández, el brillante escritor de esa Arcos tan prolífica en talentos literarios, tituló Marcha verde un libro que era un fidedigno retrato sociológico del Betis, de aquel Real Betis Balompié que fue segundo equipo de una gran cantidad de aficionados. Ese título de Marcha verde estaba inspirado en la que, con Franco agonizando, organizó Hassan II para quedarse con el Sahara por la cara. Y esa marcha, verde por supuesto, va a repetirse este fin de semana a través de la Ruta de la Plata para que el bético apoye a su equipo en la hora trascendente de un final liguero que ni a soñar hace un mes, sólo un mes.

Nadie, ni el bético más optimista, hubiese imaginado en aquel triste mediodía del 9 de mayo en que el Murcia se llevaba un punto y el Betis perdía dos que al equipo le quedaba tiempo para enderezar el rumbo. Cuatro victorias consecutivas y un número superior de equivocaciones del prójimo hicieron el milagro. Tarragona, Real Sociedad, Huesca y Numancia cayeron como cayeron, el equipo ya dio un perfil aceptable en el segundo tiempo con los sorianos y marcha verde habemus así que sea San Antonio en todos los calendarios católicos. Si el Liverpool tiene como eslogan que nunca caminará solo, a ver qué podría decirse en el Betis viendo lo que se ve.

Y tiene mérito comprobar cómo los béticos, por cantidad y calidad, sacan la cabeza y ven la luz igual que surgen las setas tras las lluvias. No es por generación espontánea pero lo parece, pues ya tiene bemoles que queden tantos tras tanto tiempo de una dictadura tan absurda e inoperante. Miles de béticos que se irán tras un equipo que apenas hizo algo para tanto cariño como está recibiendo. Claro que ese equipo no es un equipo más, es el Betis, algo con una carga sentimental que entra en la sobredosis y que posee un poder de convocatoria que lo haría irresistible de estar manejado con cierta cordura, con un poco de cordura, con algo de cordura, sólo con algo...