Nuevamente nos llama el Betis en noche de viernes, pero no se trata de un viernes más, ni siquiera de un viernes cualquiera. Viernes nuevo y vida nueva, ojalá que vida nueva, para que el sevillanísimo club de trece barras con corona disfrute de una tregua en ese avispero de tanto fuego cruzado en que se instaló desde tiempo ya inmemorial. Viernes con debut en el banquillo, lo que se afronta como un seguro de triunfo que no siempre se da.

Se nota ya la mano de Daucik se leía en viejas gacetas cuando el legendario técnico checo reapareció en el banquillo bético y eso que sólo llevaba unos días al mando de la tropa. Con sólo cuatro días de trabajo afronta Víctor este reto caído de no se sabe dónde y sin que podamos saber si será para bien o para qué. Pero la verdad del cuento es que cada vez que se produce un relevo en el puente de mando, la ilusión reaparece y la mohína se aparca por ni se sabe cuánto tiempo.

Y el estreno llega frente a un rival que quiere lo mismo, vivir con tranquilidad en la élite. Un rival directo este Las Palmas que Quique Setién ha ido modelando a su imagen, que es, por cierto, la imagen del mejor Las Palmas de siempre. Un equipo de buen trato al balón y con un peso fuerte que le ha añadido un plus de calidad y de fortaleza, el llamado Boateng. Una propina a esos buenos futbolistas que son Roque Mesa y Tana para toparnos con un equipo que sabe lo que quiere.

Por lo pronto, la irrespirabilidad que se vivía en torno a Poyet me la imagino aparcada aunque seguro que las trincheras de siempre ya estarán con el armamento dispuesto para actuar. Ganar es el mejor, el único diríamos, antídoto para eso y lo que puedas hacer hoy no lo dejes para mañana la decisión adecuada. ¿Será hoy? Pidámosle al Cielo que así sea, aunque sólo sea por el bien del Betis, por siempre y para siempre Real Betis Balompié, que el enemigo no duerme.