Viendo lo que vemos en esta reanudación de la Liga no tengo otra salida que reafirmarme en aquellas sospechas sobre cómo sobrellevarían el confinamiento las diferentes plantillas de la máxima categoría. Y observando parte de lo que llevamos disfrutado de esta vuelta a las andadas, creo que el Betis, por siempre y para siempre Real Betis Balompié, es de los más desenchufados por mucho que se maquillase el final del pleito con el Granada.

Y como cara de la moneda, ahí está el Espanyol, que de la mano del pragmático Abelardo ha encontrado, por fin, la forma de jugar que mejor le va. Podemos decir que Betis y Espanyol son las caras de una moneda que esperamos expectantes a ver de qué lado cae en este vertiginoso final liguero. Se desembarazó a gorrazos del Alavés sacándole partido a la expulsión del cancerbero vitoriano y debió ganar en Getafe a pesar de que una boutade de Bernardo le hizo jugar con diez.

Por cierto que en la expulsión del colombiano ex sevillista se vio de forma clara que los árbitros apenas se preocupan de estudiar a los futbolistas en aras de impedir la picaresca. Y Bernardo fue a colisionar con uno de los cabecillas del otro fútbol, ese charrúa llamado Damián que es el portador de la pancarta que alienta la filosofía de Bordalás. Pero acerquemos las cosas y volvamos a ese Betis que ha vuelto de la reclusión sin fianza con el físico muy en cuarentena.

Otra cuarentena más y con un colchón aún de nueve puntos que puede convertirse en colchoncito imperceptible de seguir así las cosas. Por lo pronto, el equipo va a un estadio donde no sabe lo que es puntuar y con el mismo patrón en el puente de mando. Los que conocemos los manes que suelen revolotear sobre el nido bético no hacemos más que tentarnos la ropa en pos de que esto acabe y que tal día haga un año. Pero sí queda claro quién hizo los deberes en casa y quién no, o sea...