Derrota dolorosa del Betis en un partido que fue como una montaña rusa llena de celadas. Fue un partido con muchas alternativas y demasiadas injerencias de ese artilugio tan manipulable que es el VAR. Ganó el Madrid con justicia, pero perdió injustamente el Betis. Que cómo se come esto, pues mire usted, que como le digo una cosa le digo otra, pues no hay que negarle mérito alguno al Madrid, pero está claro que el Betis no debió perder.

Había sido una oda al fútbol lo que, uno más que otro, ofrecían a través de una primera parte de las que piden esmoquin y pajarita para su contemplación. Había perdonado Sanabria y respondía con tino Benzema para oscurecerle la noche a un Betis que andaba perdido, pero otro perdón, éste de Ramos, espolearía al Betis para que el fútbol empezase a salir por las botas a sus jugones. Con movilidad y juego al pie, el Betis iba a descoser al campeón hasta darle la vuelta a aquello.

Mandi y Carvalho rubricaban lo que generaban los medias puntas, con un Canales imperial, inteligente Joaquín y Fekir de Fekir. Un recital en regla que hace soñar bien despierto cuando se llega al intermedio, pero queda un mundo y enfrente está el más campeón de todos los campeones que en el mundo han sido, ergo... Y tanto que quedaba un mundo, pues todo arranca con autogol de Emerson para que la noche cambie fiesta por tristeza con auxilio del VAR.

El artilugio ve roja de Emerson y con veinte minutos por delante, el Betis ha de hacer frente a la cosa con un hombre menos. Pero ahí no queda el drama, pues un rato después de la jugada, el VAR dicta penalti y todo se ha consumado. Fue bonito mientras duró, pero fueron demasiadas las adversidades ante un enemigo como el que tenía delante. El Betis, este Betis, da mucho pie a la ilusión y lo mejor de todo es que no siempre será contra el Madrid y sus circunstancias.