Salió de la sesera feraz de un alternativo con alma de poeta cuando la democracia acababa de instalarse en el Ayuntamiento. A finales de 1979, José Luis Ortiz Nuevo anunciaba un programa de flamenco para el otoño siguiente que devolvería a Sevilla al sitio que nunca debió perder en ese mundo del toque, el baile y el cante a compás, todo a compás. De esa forma nacía la Bienal de Flamenco y con el tiempo, atravesando océanos de crisis y desencuentros, llega a la vigésima edición sin que, afortunadamente, haya muerto de éxito. Su supervivencia ha sido a pesar de los democráticos bandazos políticos en la Casa Grande que dieron con frecuentes muy malos rollos con la Junta. Ahora, lógicamente por la complicidad reinante entre las dos instituciones, vuelve a vivir la Bienal días de vino y de rosas. Comienza mañana junto al río, niño, que no decaiga la fiesta, llena ahí.
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