Nunca vestimos la misma camiseta, pero nos sentimos unidos por el vínculo de la amistad; jamás compartimos tribuna mediática, pero somos compañeros. O sea, compañeros y, sin embargo, amigos es lo que somos Paco Robles y yo. Por eso, un sentimiento de emoción que me llegó a los tuétanos del alma fue lo que me entró cuando vi su firma nuevamente en negro sobre blanco. Era en la competencia y ya se sabe lo que supone competir en este mundo despiadado que vivimos, pero me da igual el lugar donde Paco pone su huella. Burgos recordaba ayer que su vuelta al escaparate se le asemejaba a la del torero que reaparece tras un cornalón con santolio incluido. Y sí, tiene mucho de eso la vuelta a su espacio natural tras el tabacazo sufrido en los albores del confinamiento y el crujir de dientes. Bienvenido a la normalidad de verdad, querido compañero y amigo.
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