TIEMPO El tiempo en Sevilla pega un giro radical y vuelve a traer lluvias

¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Blues de la Ronda del Tamarguillo

Al Tamarguillo no le hacen falta zonas para picnics o exposiciones. Basta con árboles, limpieza y seguridad

La de la Ronda del Tamarguillo es la historia de un proyecto traicionado, como tantos lo han sido en Sevilla. Nació con las grandes transformaciones de la ciudad en el 92 y, aunque los partidarios del panzer-urbanismo querían hacer allí una vía dura, algo parecido a la SE-30, Antonio Barrionuevo dio la voz de alarma una vez más y consiguió que se optase por un bulevar, un gran espacio que simultanease la condición de vía rápida con la de zona verde. El problema, para variar, fue que no había dinero. Sus diseñadores, entre los que se encontraba el ingeniero de caminos Damián Álvarez, apenas tuvieron fondos para la jardinería. Sólo algunos árboles y poco más. El resultado fue la generación de uno de esos microeriales de albero que abundan en las afueras, a caballo entre el desmonte y el vertedero, ecosistema ideal para camellos y otros zombis urbanos, sin más mantenimiento que la visita de vez en cuando de Lipassam. Por supuesto, nada parecido a lo que se activa en nuestro cerebro cuando se pronuncia la palabra bulevar. Tanto es así que algunos arquitectos de la escuela radical han querido ver en la Ronda del Tamarguillo el intento consciente de construir un gran arrecife que separase la Sevilla acomodada de la deprimida. Esto supondría un alto nivel de inteligencia maléfica por parte de nuestras autoridades municipales, pero mucho nos tememos que todo se ha debido, más bien, a la tradicional ineptitud y desidia de unos gobernantes para los que Sevilla se acaba en Huerta del Rey.

En los últimos tiempos han existido algunos intentos de enderezar la situación, aunque nunca han pasado del estado gaseoso. Sin embargo, el Ayuntamiento anunció recientemente un proyecto que recuperará el bulevar, con una pérgola gigante de hormigón y colorines, zonas para conciertos, cine de verano, picnics, exposiciones, canchas de baloncesto, etcétera. Las recreaciones virtuales que acompañan al proyecto nos dibujan una especie de Edén con árboles florecidos, ausencia absoluta de porquería y vandalismo y paseantes mesocráticos en paz con el mundo y consigo mismos… En fin, toda esa retórica que sirve para que los políticos saquen pecho en las ruedas de prensa.

A la Ronda del Tamarguillo no le hace falta que le prometan un cielo con zonas para exposiciones o picnics, sino árboles reales y bien cuidados, limpieza y seguridad para que los viejos puedan dar de comer a los pajaritos y los jóvenes cumplir con la ley universal del arrimo. Como mucho, un quiosco con los papeles de sanidad en regla para que lo mejor de cada casa pueda beberse su ración de botellines diaria. Todo lo demás son motos mal vendidas.

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