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La ciudad y los días

carlos / colón

Bodeguita San Lorenzo CL

CUMPLIÓ la bodeguita San Lorenzo sus 150 años y fue debidamente homenajeada por autoridades civiles, religiosas, cofrades y vecinales. Que un comercio cumpla un siglo y medio es una buena noticia en cualquier parte. Que lo haga en Sevilla es un milagro. Sí, sí… Tenemos el fantasma -sólo el fantasma- de la taberna de Las Escobas del siglo XIV, en la que pararon cuantos ingenios pasaron por Sevilla o vivieron en ella, desde Cervantes y Lope de Vega hasta los Álvarez Quintero y Santiago Montoto, que hacía dos paraditas sanluqueñas -una en Las Escobas y otra en el Giralda- en el inmenso camino que separaba la también perdida Punta del Diamante, donde hacía tertulia, a su casa de Mateos Gago. Tenemos, afortunadamente intacto, el Rinconcillo tres veces centenario, fundado cuando el Gran Poder tenía 50 años y la Esperanza Macarena, posiblemente, los 19 que según Caro Romero cumple cada abril. Tenemos la bodega Morales desde 1850, Las Teresas desde 1870, Casa Ricardo -antes Casa Ovidio, antes La Covadonga, antes Casa Antiante- desde 1898, La Goleta desde 1904, la bodega Díaz-Salazar desde 1908, las bodeguitas La Aurora y San José desde 1913, Casa Mateo y la Flor de Toranzo desde 1918. Tenemos -por quedarnos en el entorno de la Exposición Iberoamericana- el Europa desde 1925, Blanco Cerrillo desde 1926, Casa Vizcaíno desde 1929 y la Cervecería Giralda desde 1934.

Si lo comparamos con los teatros -de los que sólo sobrevive el Lope de Vega-, los cines -de los que sólo sobrevive el Cervantes-, las confiterías -de las que sólo sobrevive intacta La Campana y transformadas Ochoa y San Buenaventura-, los cafés -de los que no sobrevive ninguno- o las librerías -de las que tampoco sobrevive ninguna-, es todo un récord, aunque se hayan perdido tantos bares y bodegas históricas. Por eso es tan importante que la bodeguita San Lorenzo haya cumplido sus 150 años con buena salud. Cuando abrió hacía 14 años que había nacido Bécquer allí al ladito, Marcelo Spínola -futuro párroco de San Lorenzo- se ordenaba sacerdote, faltaban tres años para que la Soledad llegara a San Lorenzo y el Señor aún salía con candelabros y túnica bordada.

Es importante porque las memorias, propias y transmitidas, necesitan puertos de atraque para que no se hundan en el olvido. Es importante porque el tan desatendido patrimonio histórico de la vida cotidiana es el corazón cálido, no de piedra, de las ciudades.

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