ESPAÑA, su selección de fútbol, ya tiene casi los dos pies en el Mundial próximo, el que se librará en Brasil el año que viene, tras hacer los deberes en Helsinki. Deberes rematados en un día que se complicó desde el mismo momento que se conoció la titularidad del de siempre. La presencia de Íker Casillas desató una feroz campaña contra Del Bosque en las redes sociales y no sé qué consecuencias habría tenido de no rematarse dichos deberes.

En el incomprensible proceso triturador de Íker que generó Mourinho y que en el Madrid no se ha tratado de abortar, Del Bosque mantiene una actitud que habla bien a las claras de su bonhomía. Íker no es un cualquiera y me parece injusto cómo se le ha colocado en esa trituradora que se trajo Mourinho y que Florentino no ha destruido, precisamente. Iker no es uno más y resulta incomprensible que se le dé trato de vieja gloria sin que él haya dado muestras para ello.

Se esgrime que Víctor Valdés está en mejor momento que el madridista, sobre todo porque a éste no le dejan demostrarlo en su club. Posiblemente sea hasta injusta la suplencia del catalán, pero hay veces, no todas, que el fin justifica los medios y en este caso puede ser que mantener a Iker en la puerta sirva para detener el proceso de destrucción que sufre en su casa de toda la vida. Y luego, como no podía ser de otra forma, Iker responde como siempre, salvando un resultado.

No pretendo sobrevalorar el aalarde de reflejos que evitó que los fineses se adelantasen en el electrónico, pero sería injusto no recalcar que tal reacción no se corresponde con la de un portero en declive y, mucho menos, acabado. Desconozco si Víctor Valdés entiende la situación y tampoco si se preguntará qué habrá de hacer para jugar alguna vez. Posiblemente no, pero la tarea de evitar que se destruya prematuramente una leyenda justifica la decisión del seleccionador.