Habíamos días atrás elogiado algunas de las figuras de esos personajes que van a ser condecorados con la más alta distinción de sevillanía el próximo 23 de los corrientes, festividad de los santos Melchor, Gaspar y Baltasar. Me detenía en don Juan José y en ese Alfonso Guerra que le da sopas con honda a la infumable grey política del momento, pero quiero darle el mismo sitio a un amigo de años que, gracias al trabajo y a la imaginación, se convirtió en triunfador indiscutible y que ahora anda enfrascado en una lucha a machetazos por la propia vida. Un amigo auténtico que ha visto cómo su ciudad le reconoce cuanto ha hecho junto a Concha, su mujer, para entrar de lleno en la verdadera memoria histórica de Sevilla. Hijo y hermano a los que quise tanto, en esta encrucijada que nos pone la vida por delante, yo alzo mi copa al Cielo y brindo por mi querido Pepe Moya.
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