Visto y oído

Francisco / Andrés Gallardo

Bromazo

CUANDO se tratan de elecciones a veces el pueblo no es sólo sabio, sino que es la mar de cachondo. Chikilicuatre es la mayor broma colectiva que se ha organizado en este país, con millones de cómplices que van a llevar una parodia, que ha causado pesar hasta en el mismísimo Uribarri, al programa más visto de Europa. No creo que los albaneses, los islandeses o los estonios le vayan a ver la gracia a Chikilicuatre, pero seguro que queda por encima de Las Ketchup. Insisto en la opinión en que tenía que haber ido La casa azul, pero la interpretación de Guille Milkiway este sábado fue un tanto desastrosa.

Los diez aspirantes eurovisivos cantaron mucho peor que en las grabaciones (incluido Rodolfo), por lo que la ecualización del sonido de la gala de TVE podía no ser la idónea. Todo fue raro en el programa, desde las actuaciones, con extraños invitados como D-Vine; a la presentadora. Era un guiño friki llevar a Rafaella Carrá, pero hubiera necesitado un apoyo sobre el escenario, como Antonio Garrido, ya que lo tienen en el canal para todo. La italiana, manteniendo su español de entrenador holandés, estaba a veces muy despistada, pero fue impagable su demostración lumbar en El amor todo es empezar. Los de Muchachada Nuí, que también andaban por allí sin silla, podían haberle echado una mano mayor. Los del jurado también parecían convidados de piedra, con Boris y Bibiana Fernández como invitadas banderas de la inescrutable atracción de los gays al fenómeno eurovisivo. Para que se llenara la caja registradora el periodo de votación telefónica se alargó durante más de una hora, lo que dio tiempo a dar una cabezada a casi toda la audiencia, sobresaltados por el hilarante número de The Chanclettes, toda una oda esperpéntica al festival y al sempiterno fracaso español. Fracaso, que al menos con carcajada, se perpetuará.

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