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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Buenas cartas

Sevilla tiene todos los elementos para proyectar en el mundo una imagen de marca potente y atractiva

Aunque me he emocionado más de una vez y más de dos en los tendidos de la Maestranza, reconozco que me falta un trecho bien largo para considerarme un buen aficionado a los toros. Algo parecido me pasa con el flamenco: soy capaz de sentir un pellizco y estremecerme, pero mis lagunas son inconmensurables. Ello no obsta para que sea consciente de que vivimos en la capital mundial de dos formas artísticas con una capacidad de seducción capaz de traspasar cualquier frontera y que, por lo tanto, dan a Sevilla un carácter particular que muy pocas ciudades pueden igualar. Sobre todo si a ello unimos la riqueza cultural y monumental que nos han dejado los siglos de dominación musulmana y el esplendor del Barroco, el hecho de haber sido la capital del imperio que dominó el mundo en la época de los grandes descubrimientos y, también, la particular idiosincrasia exótica que nos atribuyeron los viajeros románticos del XIX, reflejada en innumerables óperas y obras literarias.

Ésas son las cartas con las que jugamos en la complicada liga de las ciudades que compiten por atraer un turismo de calidad y proyectar una imagen de marca potente en los mercados internacionales. No son malas. Todo lo contrario: sería difícil tenerlas mejores. El problema es que no sabemos jugarlas con habilidad y que otros nos ganan la partida. Por hacer un repaso muy somero: la plaza de toros hace una temporada corta y volcada hacia el interior, profundamente afectada por la crisis provocada más por la mala gestión de los diversos agentes que actúan en ese mundo que por el auge de la ideología animalista, y el flamenco sólo adquiere importancia en Sevilla una vez cada dos años, con tendencia a la baja. Ni uno ni otro, ni los toros ni el flamenco, están destinados a públicos masivos. Pero son sin duda un activo turístico con una enorme capacidad de fascinación.

Si entramos en el mundo del patrimonio y la cultura nos encontramos con una situación que tampoco es para tocar las palmas: circunstancias que serían incomprensibles en cualquier ciudad con aspiraciones, como el bloqueo durante décadas de la rehabilitación de las Atarazanas o el abandono de un edificio de las características de la Fábrica de Artillería, aquí forman parte de nuestra cotidianidad y no le extrañan a nadie. Como nadie levanta la voz porque año tras año se postergue en los Presupuestos la ampliación del Museo de Bellas Artes, por poner sólo los casos más flagrantes.

Ahora estamos en plena Feria y harían bien nuestros gobernantes municipales, entre recepción y recepción, en reflexionar sobre qué significa esta semana en términos de proyección mundial de Sevilla. Y de paso hacer lo mismo con lo que haya podido suponer el Año Murillo. Más bien poco.

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