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La prensa escrita es el mejor escaparate para que circulen las propias convicciones

Dada la simplificación que prevalece en el debate político, la enemistad reinante entre partidos y el recurso continuo de sus dirigentes a brevísimas consignas digitales tan parcas en palabras como en ideas, podría temerse que la prensa en papel -si se limita a reflejar este ambiente- bordee el peor de sus momentos. Así lo vaticinan algunos. Sin embargo, hay síntomas que dan a entender todo lo contrario. Porque resulta evidente que cuánto más se secan los canales entre políticos y opinión pública, más necesario es un buen periódico. Ante tanto bullicio y tan escasas argumentaciones, algunos ciudadanos se contentan, otros se inhiben, pero todavía queda mucha gente interesada que buscan unas fiables páginas impresas para aclarar las situaciones. Baste un ejemplo: el fenómeno Trump ha irrumpido con sus simplones mensajitos cortos. Y ese modelo se ha impuesto y ha tenido éxito entre sus adictos. Pero, a su vez, el principal órgano de oposición impreso, The New York Times, ha multiplicado, en los últimos meses, sus abonados y su cifra de negocios, hasta el extremo de poder recomprar su inmueble, que poco antes había hipotecado. Al mismo tiempo, en curioso contrapunto, los dos grandes órganos estadounidenses de prensa exclusivamente numérica, Buzzfeed News y Vice Media, que habían apostado por ese periodismo sin apenas editoriales ni opinión y que sólo intercalaban deliberada y confusamente publicidad e información, han visto reducido de forma contundente su negocio.

Algo parecido sucede en Inglaterra, donde los tabloides que alimentaron el Brexit gracias a llamativos y engañosos titulares, estancan sus ventas, mientras que la prensa que expone razones y argumentos, ha disparado su difusión. En Francia, podría añadirse otro caso muy significativo: Le Monde, un periódico que ha convertido la reflexión en su razón de ser, dobla a partir de primeros de marzo sus dos páginas diarias de debates y análisis. Amplía, pues, el espacio ofrecido a la opinión pública francesa para que cada día, visiones distintas se enfrenten y discutan.

En España sería deseable una reacción similar. La vida política muestra un clima triste, tan repleto de descalificaciones personales como carente propuestas que ilusionen. Por ello, la opinión de la calle debe recuperar su capacidad crítica, valiéndose del único medio que le permite, antes de votar, dar a conocer sus deseos. Y ese medio está ahí ya. La prensa escrita es el mejor escaparate para que circulen las propias convicciones. Hay que darle cada vez más vida a este viejo e insustituible cuarto poder. Hay que mantenerlo con la lectura y alimentarlo proponiendo ideas.

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