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Burlando al carcelero

EL Banco Malo (Sareb) ha filtrado a Bloomberg que quizás demuela algunas de las promociones inmobiliarias heredadas de los bancos ex buenos. Filtrar a un medio extranjero es muy de ahora: recubre las grietas de la actualidad nacional de cierto barniz prestigioso o, mejor, vocacionalmente serio. 160 de los 650 proyectos incluidos en la dote del funesto matrimonio forzoso están ahora en el limbo, aguardando al bulldozer o al albañil en una dicotomía que bien podría expresar la encrucijada moral del país español.

El bulldozer, en contra de su prístina actividad, representa la filtración de las aguas contaminadas, el propósito de enmienda, la admisión de un error que fue marca nacional y engendró capas de corrupción más voluminosas y potentes que aquellas sobre las que se asentaron, como verrugas colonizadoras en un pellejo quebrado. El albañil es justo lo contrario: la persistencia de un modelo agotado que destruye el paisaje y crea casas, urbanizaciones y ciudades fantasma a pie de autovía o páramo, núcleos desmadejados donde ya nadie quiere vivir (y no necesariamente porque no lo pueda pagar).

Si el duque de Lerma era el valido de Felipe III, el Banco Malo ejerce el mismo rol sustitutivo a instancias de Merkel (iba a escribir De Guindos), acarreando en consecuencia los mismos defectos de sumisión (o no: al final el buen duque manejaba a su antojo). El bulldozer podría ser una epifanía del mañana, pero probablemente sólo sea una cirugía contable del hoy. Si España reduce a escombros sus castillos de cartón piedra no será por convicción sino por conveniencias dinerarias. Debajo de los adoquines no está la playa.

No, el BM no es un superhéroe financiero. Su misión consiste en minimizar daños sin mosquear a los mercados: se traga la basura tóxica de la banca enferma, reúne los activos inmobiliarios adjudicados por impagos (vivienda nueva, promociones en curso y suelo), los préstamos morosos con o sin garantía real y los créditos sobre vivienda terminada, en curso o suelo. Al final de la cena quedan 89.000 viviendas y 13 millones de metros cuadrados que deben venderse con descuentos enormes sobre el valor original. Era una de las condiciones de Bruselas para conceder a España el rescate bancario.

Pero la Sareb podría respetar el trazo grueso del mandamiento suscrito con sus carceleros sin renunciar a la tentación de un espíritu duquedelermista. Podría revisar el mapa urbanístico, reduciendo sus contornos, repintando esa línea blanca que envolvía a los cadáveres de las películas cincuenteras para que el país apeste menos a podrido, para que los dedos color ladrillo toqueteen lo justo y necesario. Podría ganar euros reformulando usos, reverdeciendo espacios, renegociando vocaciones. ¿Se imaginan a un Pocero de los bosques; a un Sandokán o un Portillo del turismo rural y de aventura? Más disparatado parecía trasladar la Corte de Madrid a Valladolid (1601-1606). Ese paréntesis de un lustro funcionaría como una buena dosis de optimismo anfetamínico. Justo lo que España necesita.

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