Visto y oído

Franciso Andrés Gallardo

Byebye

CORBACHO es alguien muy fiel a sí mismo. Hiperbólico, anfetamínico. Los Goya se hacen difíciles de digerir si no se traga al alopécico ochentero. Ni con bicarbonato de homenaje a Landa. Jose no descubrió nada del otro mundo, pero si la cuestión era entretener al mejor precio y que la elegancia corriera a cargo de nuestras actrices, prueba superada. Y el electoralismo, evitable, por supuesto.

Aunque ya parezca de otro siglo, había que echar una mirada al fin de Aquí hay tomate. El equipo quería despedirse mordiendo, lanceando. Anunciaban bravatas, pero, demostrando que no pasaba por su mejor momento periodístico, no pudo decir adiós con alguna primicia, siquiera medio inventada, y la Pantoja no se asomó a la puerta. Con un pésame que daba más pie a la risa y a la parodia, este canto del cisne, la pretendida marcha con aires plañideros, sólo dio pábulo al recochineo ajeno. En este programa había una excelente colección de ingenieros audiovisuales y una buena selección de colmillos arpíos, pero si se trataba de calidad literaria, uy, uy, uy, los tomateros pinchaban en hueso. Querían conmover en la cuenta atrás y sólo se les ocurrieron numeritos como distorsionar la voz de Arias Navarro con aquel episodio del lloriqueo por Franco. La despedida pilló con el paso cambiado a las sesudas meninges de Aquí hay tomate, al que, por mucho que digan no echaremos de menos porque su libro de estilo está ahí, en cualquier escondrijo de la parrilla.

Con el cadáver velado en La noria por Jorge Javier y Carmen Alcayde, Telecinco avivaba el fin de semana la guerra del fútbol, fastidiando a La Sexta. Vasile, sé lo que hicisteis este sábado en el Villamarín. Perdón, Ruiz de Lopera.

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