La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los sevillanos 'pagafantas'
RAFAEL García Serrano los llamaba “anglocabrones”, lo que no dejaba de ser una divertida injusticia. Los anglosajones tienen muchas cosas admirables (el Grand National, Chesterton o el gin and tonic, por ejemplo), pero también han sido el venero de donde han brotado grandes tonterías. Últimamente, demasiadas. Y lo curioso es que las mayores y más absurdas de estas bobadas se están pariendo en los campus universitarios, especialmente los de EEUU, antaño envidiables enclaves de sabiduría y buenas maneras, hoy lugares donde todas las pamplinas toman asiento. Y recuerdo aquello que me dijo una vez el maestro José Manuel Macarro al recordar cuando, siendo diputado del PSOE, participó en la campaña del referéndum de la OTAN: “las mayores tonterías las escuché en la universidad”.
El problema es que las memeces generadas en los multiculturales campus anglosajones (valga la paradoja) se están contagiando a Europa en general y a España en particular, muchas veces de una manera absolutamente mimética. A la vista está que lo primero que se globaliza es la indigencia intelectual. Es el caso de la controversia de los Baltasares que se pintan de negro el rostro para caracterizar al rey mago más popular.Baltasares Estamos ante una polémica de barra de bar de facultad de Ciencias Políticas, un asunto que al común le produce carcajadas. Según algunos políticos con estudios multiculturales embetunarse la cara supone un execrable comportamiento racista. Da pereza recordar que cuando un señor se disfraza de chino, negro o baturro no está insultando o desmereciendo a nadie, sino cumpliendo con una de las viejas pasiones del hombre: la representación, el teatro, la fantasía de ser lo que no se es. ¿Insultan a las mujeres los travestis ocasionales que, algunas noches, se visten de mujer para cantar por la Pantoja? ¿Desmerecen a los mosqueteros los que en carnavales se disfrazan de D’Artagnan? Evidentemente no.
No somos ingenuos. Sabemos que el hecho de que el rey Baltasar goce de una enorme popularidad en las cabalgatas de España –especialmente en la de Sevilla– no significa ni mucho menos que seamos un país ajeno a comportamientos racistas. Pero es una indecencia intentar vender como un atentado contra los derechos humanos lo que es una simple caracterización. ¿O es que ponemos en duda el derecho de una niña negra a vestirse de Virgencita María por el hecho de que ésta fuese hebrea o a interpretar un blancuzco papel de Shakespeare? Los políticos están para solucionar problemas, no para generarlos. Estamos ante una de las polémicas más tontas de los últimos tiempos, una de esas que permiten llenar las columna sin hablar (mal, por supuesto) del Gobierno.
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