La ciudad y los días

Carlos Colón

Los Caídos no es Auschwitz

Comparar con el Holocausto los crímenes de guerra del franquismo es un disparate. Más si lo hace el ministro de Cultura

El ministro de Cultura aboga por "sacar cuanto antes" a Franco del Valle de los Caídos. Nada que objetar, salvo lo que dijo Alfonso Guerra sobre la inutilidad de boxear con fantasmas. Que hagan con la momia lo que quieran y las leyes permitan. De lo que se trata en el fondo es de identificar toda la derecha -también la actual y democrática que el PSOE tilda de radical y extrema- con el franquismo, y la Segunda (o tercera) República con la izquierda. Manipulando la historia para que se olviden dos cuestiones fundamentales. Que una República no es ni de izquierdas ni de derechas, sino la forma de organización de un Estado en cuyo gobierno se alternan presidentes y gobiernos de izquierdas o de derechas. Y que contra la Segunda República no solo conspiró la derecha sino también la izquierda radical socialista, los anarquistas y los comunistas que preferían la revolución a lo que despectivamente llamaban la República burguesa. En 1932 lo intentó Sanjurjo y fracasó. En 1934 lo intentaron el PSOE y UGT apoyados por el PCE, la FAI y la CNT, y también fracasaron. En 1936 lo intentó Franco y su golpe dio lugar a la Guerra Civil y la dictadura. Identificar en 2018 República e izquierda ignorando que en ella caben todos los partidos democráticos es un disparate.

En lo de llevarse de paseo la momia de Franco, hechas estas salvedades, nada que decir. En cambio es inadmisible que el ministro sugiera que se le puede dar al Valle de los Caídos un papel como el que han adquirido los campos de concentración nazis, que se han mantenido "para que la gente no olvide el horror o no olvide determinadas cosas". No solo porque lo mismo podría hacerse con Paracuellos, el Hipódromo de Zarzuela o el Círculo de Bellas Artes, donde estuvo la tristemente famosa checa, sino sobre todo porque lo que representan Auschwitz, Belzec, Sobibor o Treblinka no tiene parangón en la historia de la Humanidad y supuso la quiebra de los ideales de progreso de la modernidad desde sus orígenes ilustrados.

Es de suponer que un ministro de Cultura ha leído a Levi, Wachsmann, Rees, Grossman, Eherenburg, Klemperer, Kogon, Browning o tantos otros. Y ha visto Shoah de Lanzmann. Si no lo ha hecho el recientemente publicado Holocausto de Laurence Rees (Crítica) le puede informar con ejemplar concisión y hacerle reflexionar sobre el disparate de comparar los crímenes de guerra franquistas con el Holocausto.

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