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LA cantidad suele ir reñida con la calidad. Es una máxima por lo general válida para la producción industrial, las relaciones amorosas, la creación artística y, por lo tanto, las series de televisión. En Estados Unidos éstas se dividen entre las de temporada larga que llegan hasta los 23 o 24 capítulos y abarcan de finales de septiembre a finales de mayo, con varios parones por Acción de Gracias, Navidad y demás fiestas de guardar, y las que suelen durar apenas una estación, doce o trece episodios. Es el caso de prácticamente todas las de las cadenas de pago, de ese santa santorum que forman Breaking Bad, cuya cuarta temporada comienza el 17 de julio, Mad Men -no los recuperaremos hasta invierno- y The Killing por parte de la AMC, y Treme (su segunda temporada está siendo excepcional), Juego de Tronos y Boardwalk Empire por HBO.

Resulta complicado, por no decir casi imposible, mantener, igualar o superar el nivel cuando se graba el doble de capítulos, cosa que suelen hacer las generalistas en abierto. Le ha ocurrido a la tercera temporada de Fringe (Fox), con momentos fantásticos pero también bajones tremendos, cual montaña rusa. Y sin embargo, como toda regla tiene su excepción, la calidad de The Good Wife (CBS) no se ha visto perjudicada por la extensión en su maravillosa segunda entrega. El prodigio de esta serie sobre la ambición, las apariencias, la política, la familia y el amor (podría seguir), que a muchos insensatos echa para atrás porque parece "otra de abogados" (craso error de juicio), es la tremenda actualidad con la que los guionistas, liderados por el matrimonio King, escriben la trama. Prácticamente semana a semana, soportando la presión de unos plazos de entrega cortísimos. Hemos podido ver una historia similar a los pleitos de Zuckerberg, creador de Facebook, contra Hollywood, o los negocios de los gigantes informáticos en China tapándose la nariz y los ojos ante los atropellos a los derechos humanos. Incluso se anticiparon al caso DSK filmando una historia similar de acoso en un hotel.

Pero los de TGW no se tiran al vacío. Cuentan con el mejor casting, un conjunto de intérpretes y personajes con una química explosiva, liderados por Julianna Margulies, para la que se nos acabaron los elogios. En esta segunda temporada hemos disfrutado de una Alicia Florrick mucho más emocional, a la que en varias ocasiones se le desborda la presa en la que embalsa sus sentimientos, deseos y miedos. Aunque, por ponerle un pequeño pero, se eche en falta alguna aparición más de Chris Noth, su marido, es de agradecer que los productores hayan sabido apreciar la presencia de Alan Cumming (foto), cuyo personaje Eli Gold es una de las mejores creaciones de los últimos años.

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