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En tránsito

Eduardo Jordá

Caos y oscuridad

EL otro día una maestra me envió un correo electrónico. Esa maestra que no conozco me contaba que tenía poco más de treinta años, pero que su vida profesional ya le había proporcionado una experiencia de la vida que le podría servir para escribir varios libros. Había repatriado desde el extranjero el cadáver de la madre de una alumna. Había consolado a una niña a cuyo padre le habían disparado en un tiroteo. Había orientado a una madre gitana adolescente para que siguiera estudiando y tuviera un futuro que ofrecerle a su hijo. Y día a día tenía que hacer "juegos malabares" -eran sus propias palabras- para aconsejar a muchos jóvenes que "han perdido las normas básicas de convivencia social y que en su mayoría sólo necesitan ser escuchados".

Cada sociedad tiene sus héroes, esos seres anónimos que consiguen que el edificio lleno de grietas en el que vivimos se mantenga en pie y no se venga abajo, incluso en los momentos en que está resistiendo la embestida de una tormenta perfecta. El problema es que buscamos a nuestros héroes entre los futbolistas, los actores, los músicos o los presentadores de televisión. O peor aún, los buscamos entre los famosillos que salen retratados en las revistas con ropa de 12.000 euros cuando asisten a una cena solidaria o a una gala benéfica a favor de no se sabe qué. Incluso Belén Esteban -o lo poco que queda de ella- es admirada por millones de personas que la consideran una mujer valiosa en vez de un espantajo. Da igual. Yo pienso en esa maestra que aconsejó a la madre gitana, casi una niña, para que siguiera estudiando, o que se quitó horas de su tiempo libre para consolar a una niña que llegó un día aterrorizada al colegio porque su padre había recibido un disparo en un tiroteo. No vivimos en el País de las Maravillas, aunque nuestra legislación y la actitud de algunos políticos parezcan indicarnos lo contrario. Vivimos en una sociedad cada vez más violenta e inculta e irresponsable, en la que nadie parece dispuesto a asumir su responsabilidad y en la que todo el mundo exige la satisfacción inmediata de todos sus caprichos. "Vivimos tiempos de caos y oscuridad", decía Leonard Cohen en sus conciertos antes de cantar la luminosa Anthem. Y tanto que sí.

Por eso necesitamos héroes que impongan un poco de sentido común en el caótico desbarajuste de una sociedad en la que sólo parecen importar la codicia, el sexo y la estupidez, todo a la vez y todo al mismo tiempo. Esta maestra que no conozco se llama Eva Muntaner. Es bueno que sepamos su nombre, o incluso que lo apuntemos en algún sitio. Y es justo que sepamos que ella está cada día en su trabajo, apuntalando las vigas que nos permiten mantener en pie este viejo edificio destartalado que llamamos civilización.

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