Por muchísimo menos, la morería sanguinaria formó la que formó en la redacción de Charlie Hebdo, ese semanario satírico que rara es la vez que no cruza la delgada línea roja que separa lo normal de lo que no lo es. No es cuestión de dar ideas, pero lo ocurrido en el Carnaval canario ha superado el motivo por el que una importantísima parte de nuestra sociedad se ha sentido agraviada. Aparte de lo horrorosamente chabacano que es ver a un hombre travestido, como pretendiendo lo que no puede ser por mucho que se lo proponga, el atentado a los símbolos de una creencia puede entrar en lo delictivo. ¿Se atreverían a hacer lo mismo con los símbolos de otras creencias menos tolerantes? Creo que no. Ya vieron lo que les pasó a los que hacían Charlie Hebdo y no le quepa la menor duda de que un ejemplo de pragmatismo es eso de cuando las barbas del vecino...
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