Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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La Cartuja de Porma

En la inauguración de la Expo, Juan Carlos I tenía los 54 años que ahora tiene Felipe VI

El 15 de mayo de 1796 entró en Milán el general Bonaparte al frente de aquel ejército joven que acababa de pasar el puente de Lodi y de enterar al mundo de que, al cabo de tantos siglos, César y Alejandro tenían un sucesor". Así empieza Stendhal su novela La Cartuja de Parma, que dedicaba a las hermanas Paquita y Eugenia de Montijo; es decir, la duquesa de Alba y la emperatriz de los franceses como esposa de un sobrino del emperador.

En el 92 el emperador de Francia se llamaba Mitterrand. Esta novela de la que hoy se cumplen treinta años se titularía La Cartuja de Porma. Pantano del Porma, 1962-Madrid, 1964 es el límite de espacio y tiempo entre los que Juan Benet escribió Volverás a Región. Ingeniero de caminos y novelista, uno de aquellos autores a los que el editor Lara humilló con su efecto Poulidor como finalista del Planeta, subcampeones entre los que figuraban Fernando Quiñones, Alfonso Grosso, Fernando Fernán Gómez o Salvador Compán.

Esa orografía de la novela de Benet, al que conocí cuando vino para participar en un Congreso sobre Carreteras, estaba en el mapa del bar Porma que regentaba Diego Alonso. Leonés de nacimiento, este tabernero hablaba con orgullo de terruño de ese juego de palabras que formaban el pueblo de Parmo y el río Porma, que es el hilo fluvial como el Po de la novela de Stendhal que leí en traducción de Consuelo Bergés.

En una pequeña televisión para los clientes del bar Porma vi la mañana del 20 de abril de 1992 la ceremonia inaugural de la Exposición Universal de Sevilla. El rey Juan Carlos I estaba en su mejor momento. Tenía 54 años, los que ahora tiene su hijo Felipe VI. Y tan enamorado de la Exposición del 92 como su abuelo Alfonso XIII de la del 29. Le decía al bueno de Diego Alonso que tenía nombre de futbolista. En la televisión oímos el himno, vimos al séquito del monarca, al alcalde Alejandro Rojas-Marcos, a Felipe González. El 92 sonaba a música celestial, pero era el canto del cisne del siglo XX. Era lunes, porque la víspera, el domingo 19, Rafael Gordillo jugó su último partido como futbolista del Madrid y Jorge Valdano, ay, se estrenó como entrenador en el banquillo del Tenerife. También tenía nombre de futbolista, como Diego Alonso.

El tabernero murió. Su viuda, Paqui, es hermana gemela de Elisa. Inseparables como Paquita y Eugenia de Montijo, enfermeras hasta su jubilación. Extremeñas de Almendralejo, el pueblo donde nacieron Gordillo y Espronceda, las dos son devotas del Gran Poder y aficionadas del Betis, que en la Expo estaba en Segunda y treinta años después acaricia los puestos de Champions y el sábado aspira a ganar su tercera Copa del Rey, primera con Felipe VI. Que en 1992 era un joven heredero de 24 años que entregó en Oviedo el premio Príncipe de Asturias a la actriz Liz Taylor, el arabista Emilio García Gómez, el dramaturgo Francisco Nieva, los presidentes sudafricanos Nelson Mandela y Frederick de Klerk o el ciclista Miguel Indurain, que surcaba los Pirineos como Aníbal y Julio César.

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