Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Cascos se tira al monte

ÁLVAREZ-CASCOS se ha tirado al monte. Al monte Naranco, desde el que se divisa Oviedo. El secretario general del PP con el que Aznar llegó al poder está empeñado en gobernar en su tierra asturiana. Se mira al espejo el hombre y ve a un magnífico presidente del Principado. Así que no puede entender, ni tolerar, que no le quieran los dirigentes populares de Asturias, y mucho menos que la dirección nacional de su partido no le haya ungido con el encargo de encabezar la candidatura.

Su grado de indignación le ha llevado a darse de baja en su partido después de 34 años de militancia. Sostiene que lo hace por dignidad personal, ante la catarata de insultos que ha recibido, y ha acusado a Mariano Rajoy de complicidad con los amotinados populares asturianos. Ayer incluso no descartaba presentarse a los comicios al frente de una nueva formación que dividiría el voto conservador. En fin, un alboroto, un enredo que el PP vive con el alivio de superar en 18 puntos al PSOE en expectativa de voto en unas eventuales elecciones generales.

A un servidor, sin embargo, le produce escasa emoción la alusión a su dignidad hecha por Álvarez-Cascos. Más que nada, porque él no siempre respetó a sus interlocutores en el pasado. Por ejemplo, cuando era ministro de Fomento le hizo unos feos de campeonato al alcalde de Málaga, de su propio partido, cuando le reclamaba la entrada soterrada del AVE a la capital de la Costa del Sol. No se sabe si por complicidad con su buena amiga Celia Villalobos o por sus bruscos modales, el entonces poderoso caballero protagonizó desplantes públicos contra De la Torre, de tal calibre que ni siquiera Magdalena Álvarez pudo superarle nunca, aunque lo intentó con celo. No puede argüir en su descargo que tiene poca mano izquierda, porque cuando el PP ganó por la mínima en 1996, Aznar le encargó convencer a Arzalluz de que el PNV le apoyara en el Congreso y cumplió con soltura su misión.

Por cierto, que el mal rato de tener que dejar al antiguo secretario general del partido fuera de la carrera presidencial asturiana le ha correspondido al andaluz Miguel Arias Cañete, en su calidad de presidente del comité electoral nacional del PP. Arias fue compañero de Cascos en el segundo Gobierno de Aznar, en 2000, y no le toca nada, que se sepa, a quienes lo han puesto de galáctico, sexagenario o terrorista callejero.

No sé si lo recuerdan, pero Cascos es el autor de la famosa teoría de que los pisos subían de precio en España porque los españoles podían pagárselos. Una frase que no superaría ni Leire Pajín. Ignoro si su espejo mágico le dice que triunfaría al pie del monte Naranco, como presidente de Asturias, pero lo que no podrá nunca es ganarse la vida al pie del monte Parnaso, adivinando el porvenir. El pobre, no sabía lo que era la especulación, ni la burbuja inmobiliaria.

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