HABLÓ el padre de Xavi Hernández para desvelar algo que imaginábamos, pero que nunca se había oficializado. Ha dicho el padre del manija egarense que si no es por los buenos oficios de su hijo y de Iker, el buen rollo de la selección no sería tal. Todo pasó a raíz de aquella serie de partidos entre Madrid y Barça que tanto dio que hablar y que tanto pareció emponzoñar la coexistencia de nuestros internacionales. Todos temimos en un momento dado que el dedo de Mourinho en el ojo de Tito Vilanova más los comportamientos de gente como Pepe harían metástasis hasta percutir en la línea de flotación del equipo nacional.

Y resulta que aunque a Mourinho le sentó a cuerno quemado, la llamada de Iker a Xavi fue determinante para que las aguas volviesen a sus respectivos cauces a fin de que una convivencia que había sido fundamental para el acarreo de plata a Las Rozas no se deteriorase hasta hacerse trizas. No sé si el portugués que entrena hogaño al Real Madrid obró conscientemente o no, pero lo cierto es que tuvo mucho que ver en lo embarrado del ambiente. Y es que bajo el argumento de que todos los caminos son válidos para llegar a la victoria, en este caso del Real Madrid, el hombre estuvo a punto de echar por tierra la ilusión de un país mediante la rotura de su juguete mejor.

Mucho se está hablando de la importancia que el buen rollo que se vive en el vestuario nacional tiene en la buena marcha del negocio. Iker y Xavi, como me imagino que también gente como Alonso y Puyol, han sido trascendentales a la hora de recomponer los vidrios rotos por el maquiavelismo de un entrenador de fútbol que, además, no debe tener el menor apego por la selección de un país que no es el suyo. Fue una tormenta que pudo llevarse por delante al equipo de todos nosotros y fueron dos de los nuestros, o tres o cuatro, los que evitaron la catástrofe que hubiese sido no poder disfrutar de España como disfrutamos y seguiremos disfrutando.