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Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Caso práctico de Memoria Democrática

Que borraran la placa no borra recordar que Franco se alojó en la casa donde nació Aleixandre

La nueva ley de Memoria Democrática consagra la inmortalidad de Franco porque como en una novela de Vizcaíno Casas muere tres veces y otras tantas resucita. La primera muerte fue por delegación, el atentado contra Carrero Blanco del 20 de diciembre de 1973 supone el final del franquismo por mucho que Javier Cercas diga que éste terminó cuando el rey Juan Carlos habló por televisión en la madrugada del 23-F. La segunda fue real, consuetudinaria, el muerto llegó cadáver a la orilla, que diría el clásico gazapo de los sucesos. Y ahora vuelve a morir el 31 de diciembre de 1983, que es la fecha tope hasta donde rige la nueva legislación.

Memoria democrática. En su libro Retaguardia roja, el historiador Fernando del Rey escribe: "En la senda de la vorágine memorialista vivida en los últimos lustros en nuestro país, se tiende a olvidar con pasmosa alegría que la mayoría de los españoles de los años treinta, de los colores ideológicos más dispares, no entendían su presente y su futuro en clave democrática".

Uno de los postulados de la nueva ley es la supresión de los símbolos franquistas. Las cosas se pueden borrar, amnesia del Boletín Oficial del Estado. Hay edificios polisémicos. La duquesa de Alba murió en el palacio donde nació Antonio Machado. Madre María de la Purísima, superiora de las hermanas de la Cruz, nació en el bloque de la calle Claudio Coello de Madrid donde murió Bécquer. La escritora Cecilia Bohl de Faber y el pintor García Ramos murieron en la misma casa de la calle Fernán Caballero, pseudónimo con el que la primera firmaba sus relatos. Entre el 7 y el 16 de agosto de 1936, un par de semanas después del Alzamiento, Franco residió en Sevilla. Se alojó en el palacio de Yanduri por amistad con la marquesa titular de la casa, el mismo edificio donde el 26 de abril de 1898 nació Vicente Aleixandre, poeta de la Generación del 27 que medio siglo después recibió el Nobel de Literatura.

Los que pasan por esta casa palaciega de la Puerta Jerez, hoy sede de una entidad bancaria, pueden leer a duras penas la placa del poeta. Ya la podían adecentar. La placa de la estancia de Franco fue totalmente borrada. Pero eso no quiere decir que no estuviera allí. Podían haberle quitado el aire hagiográfico y cambiarlo por una redacción más aséptica. Esa supresión borra también un episodio que ha interesado a los historiadores. "Queipo, que lo odiaba, no perdía ocasión de desairarlo y hacerle ver que en Sevilla sólo mandaba él", escribe Juan Ortiz Villalba en su libro Sevilla 1936. Del golpe militar a la guerra civil. Una estancia en la que el virrey humilló a Franco haciendo caso omiso de sus peticiones de clemencia hacia Miguel Campins, amigo y compañero del militar ferrolano, fusilado por orden de Queipo ante las murallas de la Macarena el 16 de agosto de 1936 por haber permanecido fiel a la República siendo comandante militar de Granada. Dos días después fusilarían a Lorca.

Ese hilo del terror, de la animadversión entre dos militares golpistas, se pierde si uno no sabe que Franco pasó nueve días de agosto del 36 en el palacio de Yanduri, donde Aleixandre nació el mismo año que Federico.

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