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Con efecto

Castel debe jugar al contraataque

TODO se hará cuando él quiera y como él quiera. Luis Castel debe saber que no va a comprar el Betis, sino que el actual gestor, en un gesto magnánimo, se lo va a vender, si es que se lo vende. Disfruta en Jabugo el muñidor de la película viendo cómo el joven empresario se desgasta antes incluso de asir las riendas por mor de la impericia de algún asesor que, si igual sí ha sabido acercarlo a ese despacho, no anduvo fino a la hora de dibujarle quién se sienta enfrente en esos vis a vis que tienen como sujeto paciente al Betis y a las acciones que, por desgracia, sirven para manejarlo.

No debió Castel ser tan optimista ni prometer su aterrizaje antes de que el balón comience a rodar porque, sin el acuerdo firmado, no está en su mano sino en la de quien le hará pagar, en mayor o menor medida, su atrevimiento. Tampoco anda fino el sagaz ejecutivo al querer justificar su beticismo sólo por provenir de familia sevillista. ¡Como si fuera el único con semejante currículum o al que no le gusta el fútbol y, sencillamente, jamás torció por equipo alguno! Además, Ángel Torres o Fernando Roig no eran de los equipos que hoy dirigen y para sí los querría este Betis zaherido.

También debió ahorrarse Castel otras declaraciones antes de ocupar el primer sillón de Heliópolis. Y, más aún, supuestos o reales compromisos con la prensa que le pueden granjear enemigos gratuitos antes de que llegue su hora.

Porque el beticismo sabe lo que tiene y sabe que no lo quiere. Así que, en su mayoría, es de la idea de que el futuro jamás podrá ser peor. Es por ello que Castel debe jugar al contraataque y dejarlo que sea él quien diga que vende. Y, mientras, a rezar junto a los béticos.

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