La ciudad y los días

Carlos Colón

Castigados en momia

El malo muerto, sobre todo si no fue vencido, es tan cómodo como el héroe muerto

Una película con Rod Taylor y Claudia Cardinale que tuvo cierto éxito en el 68 se llamaba Los héroes están muertos. El héroe muerto siempre le ha venido bien al poder, especialmente a los dictadores. Imprevisible por su propia naturaleza valerosa, el héroe puede ser demasiado independiente, crítico, proclive a alzarse contra el poder al que sirvió. Muerto, en cambio, es una estatua, un cuadro, una placa, un objeto de culto popular. Sin que pueda rechistar o contradecir. Stalin lo sabía bien, liquidando a muchos héroes que después honraba. Hitler lo hizo con Rommel tras obligarle a suicidarse. Y a Franco le resultó comodísimo el fusilamiento de José Antonio. El nombre que se dio a su presencia muda -"El Ausente"- fue un hallazgo. "¡José Antonio Primo de Rivera!", gritaba el jerarca. "¡Presente!" respondían los falangistas. Pero el presente era un ausente, la muda fotografía de un señor con cara de modelo de anuncio de fijador de los años 30. Comodísimo. También las democracias lo han hecho. ¿Recuerdan cómo empezaba Lawrence de Arabia? Con el funeral del héroe cuyo accidente de moto en 1935, cuando iba a entrevistarse con el escritor filo nazi Henry Williamson, le vino aún mejor al Gobierno británico que su huida al anonimato cuando se traicionaron las promesas que a través suya ingleses y franceses habían hecho al príncipe Feisal. Muerto, el héroe podía ser ensalzado sin temor.

Igual de bien les viene a algunos el malo muerto. Sobre todo cuando no fue vencido. Los malos que mueren invictos y no se suicidan como Hitler, son linchados como Mussolini o liquidados tras un juicio sumarísimo como Ceausescu -el anfitrión veraniego de Carrillo con quien aún hacía declaraciones políticas conjuntas a principios de los años 80-, dan la oportunidad de un ajuste de cuentas tan cómodo como imposible de saldarse y por ello -dado que el sujeto está difunto- y gozosamente interminable. Alancear toro muerto llamaban los antiguos a esto. La inquisición castigaba en efigie a los condenados fugados. La memoria histórica lo hace en momia o hueso. Y allí que andan con los de Franco y Queipo, muertos hace 43 y 67 años. Ahora amenazan con demandar no solo a la Junta, sino al Arzobispado y la Junta de Gobierno de la Macarena. Pues adelante. No se han enterado de lo que decía Bonet de San Pedro: "Rascayú, ¿cuándo mueras que harás tú? Tú serás un cadáver nada más". Pues eso.

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