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Casting en la Junta

En la última década ha habido ocho consejeros andaluces de Educación y siete de Agricultura

He aquí un Gobierno con dos pesos pesados y mucha clase media. Un Gobierno andaluz del que se sabe lo que quiere, ganar las próximas elecciones. Pero no hacia dónde va. Hasta ahora la joven presidenta de la Junta ha dado muchos palos de ciego. Un ejemplo: desde que llegó al poder, hace menos de cuatro años, ha tenido tres consejeros de Educación, tres de Sanidad y tres de Agricultura. Esta última Cartera, estratégica para una potencia agraria, ha conocido en la última década a ¡siete consejeros! Y Educación la supera con ocho. Díaz acusó de dar bandazos a Pedro Sánchez en las primarias, pero el departamento de recursos humanos del PSOE andaluz juega en la misma división.

El Gobierno sigue siendo mayorcito: todos los consejeros son nacidos en los 50 y los 60. La jefa se sigue reservando el puesto de benjamina, a sus 42 años; es la única nacida en los 70. Sus puntales son dos titulares que han tenido continuidad bajo su presidencia, desde septiembre de 2013. La sólida consejera de Hacienda y el vicepresidente, que ha demostrado maestría en la coordinación política de un Gabinete superpersonalista. (Los vehementes abrazos con los que se fundía ayer Díaz a cada consejero, tras la promesa del cargo, estuvieron lejos de la cortesía institucional y más cerca de regímenes en los que la fidelidad es el vínculo). Entre la clase media hay gente prometedora, a ver qué tal funciona el casting esta vez...

Pero el asunto de fondo es hacia dónde va este tercer Gobierno de Susana Díaz. El argumento de que quiere una Andalucía potente, inclusiva y de vanguardia, suena a eslogan de marketing. Debe preocuparse de que la administración sea eficiente y ahorrar gastos superfluos, como la maraña de empresas, fundaciones o agencias que forman la estructura paralela de la Junta. Díaz dice que apuesta por una alianza progresista. Pero uno de los primeros movimientos no iba en esa dirección, y le ha costado un disgusto. La oferta de un alto cargo a Diego Valderas a espaldas de IU, no previsto siquiera en la Ley de Memoria Histórica, es una muestra de hasta qué punto prima la propaganda sobre cualquier principio.

El problema viene de antiguo. Probablemente tras abandonar el presidente Rodríguez de la Borbolla el Palacio de Monsalves. Desde entonces en la Junta se ha pensado más en la táctica que en la estrategia. Por eso no hay un rumbo claro. Siempre el corto plazo, ahora mirando a las elecciones de 2019. Hay que ganarlas, ese es el mensaje. Y si lo consiguen, volver a empezar.

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