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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

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francisco / andrés / gallardo

Católicos

LA serie histórica Isabel tuvo una lejana primera temporada en la que la productora Diagonal creó un Estudio 1 en movimiento, inclinándose por los cánones más cuadriculados de las series de prestigio de TVE de otros tiempos. Un par de años después, desmantelamiento de los decorados inclusive, y aupados por los datos de la audiencia, Isabel ha retomado la historia de los Católicos con una estética más audaz y con una Michelle Jenner que le viene mejor el rol de la treintañera ambiciosa que ha de representar (el mayor defecto sigue siendo la voz). Y Rodolfo Sancho, en un ¿premeditado? homenaje paterno a Curro Jiménez, galopa con la cuadrilla aragonesa, salpicando entre los riachuelos mesetarios, al encuentro con su arribista esposa. Si Los Tudor convirtieron a Enrique VIII en un play boy, admitimos el peinado de peluquería de Isabel de Castilla.

El blanco y negro casi siniestro de la corte portuguesa (espléndido Juan II a cargo de Daniel Albadalejo), con ese príncipe cabezón que parece el enano de Juego de tronos, consigue una ambientación evidente pero atractiva de los malos de estos próximos capítulos. Y aún tienen que llegar las guerras civiles en Castilla y en Granada.

Sobre todos los trabajos del elenco destaca uno en especial: el arzobispo Carrillo del sevillano Pedro Casablanc, el vehemente intrigante, el ladino cardenal con mohínes de mariquita malvado, que se yergue como el insidioso lleno de rencor y condenado así a la derrota que nos barrunta más lunes de este suculento culebrón medieval. Isabel ha vuelto crecida, sabedores de que tienen respaldo para rematar la biografía. TVE debe proponerse seguir este camino y preparar ficciones de prestigio aún mejores.

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