Venía el Betis de uno de sus ridículos más clamorosos del curso, pues había caído en Granada a causa de un grosero error colectivo que señaló a Javi García. Sin solución de continuidad, miércoles 30 de octubre por la noche y el Celta al otro lado del rectángulo heliopolitano. Ya entonces estaba el ambiente enrarecido. De hecho, el ambiente se había emponzoñado incluso con el equipo en Europa y Setién en la diana que hoy ocupan Haro y Catalán.
Aquella noche salvó el mobiliario Fekir, la gran apuesta de la temporada, pero esta tarde, cuando sean las muy lorquianas cinco en todos los relojes de Vigo, el francés no estará en Balaídos. El acoso arbitral que padece el Betis en general se acentúa especialmente en él para que Gil Manzano lo ejecutase y dejase a su equipo partido y medio sin él. Una dificultad añadida para la importante cita de esta tarde junto al río Lagares, ese arroyo que forma el lío cuando se cabrea.
Y hoy, a cinco etapas de la meta, colisionan dos equipos que pueden ser considerados como almas gemelas, ya que comparten filosofía de juego y también resultados. Cuando el pasado verano ambos completaron sus planteles con una suerte de jugones que levantaron tanta ilusión en Sevilla como en Vigo, nadie hubiera pensado que a estas alturas iban a pelear mirando más por el espejo retrovisor que por el parabrisas de un prototipo que se gripó al poco de arrancar.
Llega el Celta de un sofocón que rompió una racha de vino y rosas, mientras que el Betis lo supera en tres puntos, una cifra que no da como para mirar el futuro con tranquilidad. Ya digo que Betis y Celta puede que sean paradigmáticos de cómo unas ilusiones que parecían fundadas han ido quedándose en las cunetas de esta Liga tan surrealista que programa partidos a las cinco de la tarde en pleno julio. ¿Y qué será lo que dé de sí? Ay, si alguien pudiera adivinarlo...
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