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Ceuta

Los que están obsesionados por levantar muros y crear nuevas fronteras deberían cruzar el paso del Tarajal, en Ceuta

Todos los que están obsesionados por levantar muros y crear nuevas fronteras deberían cruzar alguna vez el paso fronterizo del Tarajal, en Ceuta, junto a la barriada del Príncipe que se hizo famosa por la serie de televisión. Los policías la llaman "la jaula" porque en realidad lo es. En el lado marroquí hay un tipo, no sé si policía o empleado de aduanas, que usa un látigo de circo para impedir las aglomeraciones de los cientos de desgraciados que se apretujan entre las alambradas. A todas horas se oyen gritos, insultos, empujones. Cada cierto tiempo, una mujer que ejerce de porteadora -cobrando cinco euros al día- muere aplastada por sus compañeras que se pelean por cruzar la frontera.

Ayer o anteayer, en una de sus habituales salidas de tono, Santiago Abascal dijo que se debería levantar un muro alrededor de Ceuta. ¿Un muro? ¿Otro más? Cualquiera que conozca la ciudad sabe que ya hay una doble valla de alambre que rodea todo el perímetro de Ceuta. En realidad, Ceuta es una ciudad amurallada, aunque por fortuna la vida que discurre en su interior no tenga nada que ver con las cosas que imaginamos en una ciudad sitiada. De hecho, nada de lo que ocurre en Ceuta se corresponde con los prejuicios con que la miramos. Por alguna razón, todos imaginamos que Ceuta es un lugar lúgubre lleno de militares salvapatrias y de gente malhumorada, pero en realidad es una de las ciudades más abiertas y alegres que conozco. También es una de las ciudades donde he visto menos racismo, y eso que allí conviven cuatro comunidades: la cristiana y la musulmana, sí, pero también la judía y la hindú. Y aun así, el ambiente es mucho más distendido que en cualquier barrio de la periferia en Francia o en Alemania. Y encima, en los clubs de lectura hay muchas mujeres con hijab que comentan y opinan y dan su visión de lo que han leído. En uno de esos clubes de lectura tuve la oportunidad de conocer a una docena de inmigrantes recién llegados a la ciudad. Muchos estudiaban en la universidad gracias a los cuidados de una ONG.

Por supuesto que no todo es color de rosa en Ceuta -en ningún sitio lo es-, pero esa pequeña ciudad ha conseguido dar una lección de civismo y de convivencia que por desgracia no es lo suficientemente conocida. Y por eso mismo es una barbaridad agitar el fantasma del miedo reclamando un nuevo muro. Es una barbaridad, sí, y una vergüenza.

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