¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Charlas del 28-F

Entre los muchos factores que impulsaron la autonomía estuvieron los intereses de la clase política naciente

Uno de los escenarios donde se fraguó la prehistoria de la autonomía andaluza fue el desaparecido salón de té de Nova Roma, un lugar de discreto encanto burgués donde Plácido Fernández Viagas conspiraba, cigarrillo tras cigarrillo, entre emperifolladas señoras de pelo cardado, propietarios agrícolas que hablaban del precio del trigo duro y altos funcionarios y profesionales que habían elegido Los Remedios como barrio in en aquella Sevilla aún en vías de desarrollo. Allí, camuflado como una perdiz en una besana, el magistrado socialista recibía a periodistas y conspiradores, mientras maniobraba contra su vecino de barrio y adversario político, Jaime García Añoveros, también candidato a presidente preautonómico que fue derrotado en una histórica votación en la Diputación de Cádiz, el 27 de mayo de 1978. Desde entonces -y hasta muy recientemente-, la Junta de Andalucía estuvo en manos del PSOE, fraguándose el relato oficial de que el socialismo andaluz apoyó sin fisuras el proceso autonómico tal como hoy lo conocemos. No fue así. Al mismo tiempo que Plácido Fernández Viagas conspiraba en Nova Roma, se produjo una conversación entre dos miembros muy destacados del puño y la rosa meridional. El primero -le llamaremos Nudo- era un conocido intelectual y político que, durante muchos años, sería diputado y brazo del guerrismo en Sevilla; el segundo -lo bautizaremos Adarga-, un abogado laboralista que, tras un inicio fulgurante en la política, se dedicó a sus intereses (y los de otros) en su despacho madrileño. En la charla, Nudo se hizo eco del malestar de muchos socialistas ante la deriva autonomista del PSOE andaluz, que consideraban innecesaria y artificial. Por su parte, Adarga defendió la necesidad del autogobierno. Las razones: el Partido Socialista necesitaba empezar a acaparar poder institucional y territorial para oponerlo al Gobierno de la UCD y, sobre todo, era la mejor manera de darle estabilidad laboral a esa clase política, aún semiprofesional, que ya empezaba a surgir. "En Madrid no somos nada políticamente, Nudo, pero aquí tenemos un futuro", dijo Adarga. Ya saben, más vale ser cabeza de ratón que cola de león.

Lo que queremos recordar este 28-F es que, dentro de los varios factores que hay que analizar para explicar el nacimiento del autonomismo andaluz, no hay que desdeñar el de los intereses de una clase política en ciernes que quería tener su parcela -aunque fuera pequeña- de poder y sinecuras. Por supuesto, también hay otros quizás más importantes, como la creencia generalizada de que la autonomía era el mejor camino para salir del subdesarrollo secular. Casi cuarenta años después, podemos decir que los políticos lograron su propósito. Pero, ¿salió Andalucía de su atraso con respecto al resto de España? Evidentemente no.

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