La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Charlot, Sánchez y los monos

Como Charlot en 'El circo', Sánchez hace funambulismo mientras monos con coleta o lazos amarillos le dan tirones

Enel circo Charlot hace funambulismo mientras unos traviesos monos se cuelgan de la barra que le sirve para mantener el equilibrio y le hacen cosquillas. Así pretende Sánchez transitar por el cable del Gobierno de España, con los independentistas y los populistas poniendo en peligro su equilibrio. La red de sus 123 diputados le ofrece garantías de gobernabilidad. Que no le salva de caer en concesiones podemitas e independentistas, aunque si de estrellarse contra el suelo.

De circo y precarios equilibrios fue el vuelva usted mañana de Meritxell Batet enviando innecesariamente, primero al Supremo y después a los letrados de la Mesa, la suspensión de los diputados presos. El primero se lo devolvió con rebote y los segundos avalaron que el Congreso los suspenda "automáticamente". No pudiendo estirar más la cosa, la Mesa del Congreso acordó ayer la suspensión con los votos de PSOE, PP y Cs, y la oposición de Unidas Podemos, apoyo futuro de Sánchez con exigencia de ministerio.

Un retorcido o un conspiranoico podría pensar que con estas dilaciones el PSOE intentaba contentar tanto a los independentistas (he resistido cuanto he podido) como a los constitucionalistas (he garantizado el cumplimiento de la ley). A la vez que la suspensión, si los diputados suspendidos no dejan el acta, podría alterar el cómputo de la mayoría absoluta beneficiando a Sánchez, que ya no necesitaría el apoyo de ERC.

Asumir responsabilidades de gobierno cuando se carece de mayoría y se depende de populistas e independentistas es complicado. La mayor fuerza de Sánchez es la debilidad y torpeza de sus contrincantes que, sin llegar a formar un verdadero bipartito o tripartito, han logrado movilizar a la izquierda que ha llamado a la "alerta antifascista". Su mayor debilidad, además de él y su corte, son las exigencias de sus apoyos.

Ser un superviviente que deja en pañales al Leonardo di Caprio de El renacido y se comería todos los cocos, pescaría todos los pescados y mantendría encendida la hoguera bajo un diluvio en la isla de Tele 5 es una habilidad muy útil para él, pero no para el gobierno del país. Ha dado señales -sigo con películas- de ser muy capaz de quemar todos los vagones del tren para que su locomotora avance, como Groucho en Los hermanos Marx en el Oeste. El problema es que nosotros, todos nosotros, somos los pasajeros.

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