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NO me dejaban pasar", se quejó Chicho. "Una chica no me dejaba pasar. Yo quería ir donde estaban los aplausos". Pero todo debía ser a su debido tiempo. El equipo de Late Motiv quería dar una sorpresa a Juan Antonio Bayona, para lo cual escondió en una de las salas a Chicho Ibáñez Serrador para que hiciese su aparición en el plató en el momento oportuno. Mereció la pena el encierro.

Andreu Buenafuente logró el objetivo deseado, regalándonos uno de esos momentos de magia que tanto se agradecen en la televisión actual, por infrecuentes. Desde su silla de ruedas y con dificultades para expresarse, Chicho provocó el delirio de la grada, y más todavía, de aquellos que le seguíamos desde casa que, sin necesidad de ningún regidor que nos lo indicara, aplaudimos en pie. La generación de Bayona, Kike Maíllo, Paco Plaza, pero también Álex de la Iglesia, Amenábar, Mateo Gil o Rodrigo Cortés deben mucho a quien tanto fomentó el género fantástico, y al que le bastaron un par de películas para convertirse en un referente. Más sus Historias para no dormir y Mis terrores favoritos.

Cómo sintonizo con Buenafuente. Lo gozó como un niño. Estuvo cortés y exquisito como merecía la ocasión. Hizo las preguntas que debía hacer. Y cuando por motivos de salud Chicho no contestaba con los reflejos que hubiese querido, Andreu siempre estuvo ahí al quite, apostillando con inteligencia la frase oportuna, ofreciendo el contrapunto simpático. En definitiva, trasladando al invitado sorpresa todo ese cariño que deseábamos transmitirle todos los que le veíamos desde casa. Haría bien el maestro Chicho Ibáñez Serrador en volver al plató de Late Motiv un día de estos. Una noche para él solo. No tendría problemas para ir "allá donde se escuchan los aplausos". Está acostumbrado y ha sido la razón de su vida.

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