Tiene razón Pepe Castro al afirmar que el Sevilla recuperó aquella grandeza que disfrutaba en la primera mitad del siglo XX. Podría decirse que no sólo la recobró sino que la superó a base de apalear plata a su sala de conquistas. El acto con los socios más antiguos rompió en plebiscito para reconocer que el presidente lleva razón sobre esa recuperación de grandeza que lleva a gala y que no creo que pueda haber nadie que la discuta.

Llevaba Castro la lección bien aprendida y así como recordó el alborozo del gol de Suker en El Pireo también mencionó el desconsuelo por el descenso en Oviedo de 1997. Y, cómo no, recalcó que la fundación de 1905 con Bodas de Oro en 1955 y Centenario en 2055 debieron ser unas falacias justamente refutadas por la brillante legión de historiadores del club. Fue un retrato fidedigno obra de un presidente que está haciendo olvidar al autor del milagro.

...y Monchi. El motejado en sus tiempos de portero como León de San Fernando también salió a la palestra con la intención manifiesta de entusiasmar a la clientela. Y a fe que lo consiguió, ya que avalado por su trayectoria de director deportivo nombrado por el recordado Roberto Alés cuando no había ni para pagar la luz nadie duda de que su labor no tiene números rojos. Veintidós años ya desde que pasó de delegado de equipo a triunfante director deportivo es su aval.

Aseguró Ramón Rodríguez Verdejo que se halla en la pretemporada más ilusionante para él y lo hizo tras recordar a los aficionados de Betis y Sevilla que se fueron cuando la pandemia. Tanto él como antes Castro peroraron desde la ambición, de esa ambición que José María del Nido insufló en el club y que tantos réditos ha acarreado. La grandeza perdida se recobró medio siglo después y con la promesa de más gloria futura se cerró un acto para el recuerdo.