Cinismo político

Sánchez pidió a los españoles que eligieran entre él y el caos; le quitaron tres escaños y le dieron una treintena a Vox

Sánchez era un líder débil que podía haberse fortalecido tras las elecciones de abril. Tenía un camino sencillo con los 180 diputados de PSOE y Ciudadanos; habrían supuesto una cómoda mayoría moderada. Pero el amortizado Rivera no quiso y Sánchez ni lo intentó. También había un trayecto complicado con los postcomunistas, sin mayoría, con el soporte de nacionalistas e independentistas. Pero despreció a Podemos, vetó a su jefe, aseguró que no era de fiar, que no defendería la democracia ni la unidad española, que no dormiría tranquilo, que los suyos no sabrían llevar un presupuesto...

Bloqueó el país y tiró los dados. La consecuencia es que suben las fuerzas ultranacionalistas: la española de extrema derecha de un lado, y las soberanistas catalana, vasca y gallega por otro. Más tensión y más fractura para el sistema institucional. El resultado práctico es que tendremos un gobierno débil, una oposición más frágil e incluso muchos gobiernos regionales socavados por la ultraderecha, como el andaluz.

Hay una perfecta definición del cinismo político de Charles Pascua, gaullista socarrón, ministro del Interior francés en los 80 y los 90. Preguntado sobre un incumplimiento de su partido, aquel hombre rudo oriundo de Córcega de voz grave respondió airado: "¡Las promesas sólo comprometen a quien se las cree!". José Luis Ábalos, otro hombre rudo de voz grave, oriundo del PCE, ha hecho un pascua esta semana. Se indignó con un periodista que le preguntó si habían votado mal los españoles el 10-N a la vista de que el PSOE quería ampliar resultados, frenar a los franquistas, hacer un gobierno estable, no depender de independentistas, y no había conseguido nada de eso. Ábalos le contestó que la pregunta no era esa, "la pregunta es que el PSOE ha ganado las elecciones y si los que pierden aceptan que gobierne el Partido Socialista".

Lo cierto es que Sánchez pidió a los españoles que eligieran entre él y el caos, para sacar los 150 diputados que le regalaba en la encuesta del CIS su empleado Tezanos. Pero los votantes le han quitado a él tres escaños y le han dado tres decenas a Vox. La foto del preacuerdo con Podemos es una radiografía: contrastaba la sonrisa forzada de Sánchez con la amplia de Iglesias. Hoy sus electores, a los que pidió una mayoría cautelosa, podrían reprocharle a Sánchez su acuerdo con UP después de las barbaridades que ha dicho de ellos estos meses y después de perder 1.300.000 votos y diez escaños. Pero el presidente sabría engolar la voz y gritar airado que las promesas sólo comprometen a quien se las cree.

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